Todo comenzó cuando me descubrí solo, cuando el Corazón se mostro cansado y su palpitar dejaba escapar intensas y constantes punzadas que se disolvían en suspiros y semblanza vulnerable. No había remedio aparenten, necesitaba un abrazo y no tenía a quien abrazar, el mundo que otras veces se mostro tan presto dejar que explorara sus incontables oportunidades de cariño, hoy no era más que un árido desierto desolado con ausencia de abrazos. La tristeza se había prolongado por días, y con cada día que pasaba más dolorosos se tornaban los suspiros, más desolado el camino y más sediento mi pecho de sentir un abrazo. Me sentía desmayar, quedar sin fuerzas. Fue entonces cuando me rendí, cuando no quise hacer más, cuando tire la toalla y pretendí dejar que la corriente haga su trabajo. Pero no había corriente, las cosas empeoraban cuando me quedaba quieto, escuchaba como palpitaba el corazón, similar a pasos sobre una superficie hueca. Me hacía doler la cabeza. Asumí que tenía que hacer algo, que debía reaccionar, que debía sacar fuerzas de donde no había, que tenía que levantarme, que no era momento de permitir que mi debilidad aflorara y dominara mi vida.
Y salí en busca de un abrazo, pero no encontré nadie que abrazar. Todos corrían tras un algo, tras sus propios problemas. Yo solo quería compartir mi pecho y mis brazos, saciar esa inexplicable sed que hace doler el corazón, sentirme querido, apreciado, valorado, sentirme humano. Pero no encontré a nadie que abrazar, y me fui a tomar una cerveza, y de momento se sentía bien. Reía con personas que no conocía, celebraba cosas que en el momento me parecían graciosas, sentía que no era necesario el abrazo. Pero el corazón gritaba por el abrazo, y al momento de estar sobrio el dolor era mayor.
Hoy todavía sigo buscando un abrazo, poder deshacerme de un hueco que ha dejado las palpitaciones irregulares del corazón, adueñarme nuevamente de mi sonrisa, deshacer los nudos de mi garganta, pintar nuevamente casitas con triangulo y con un sol sonriente. Aun quiero disfrutar de los abrazos, pero el desierto sigue implacable y solitario. Y todos los días me sigo resignando más. |