Al principio, de amores felices, luego llegaron los malos momentos. Trabajaban como camellos y se peleaban como perro y gato.
‘Todavía no entiendo qué quieren hacer con sus vidas’, suspiraba mi abuela sonándose la nariz. Yo no les entendía ni a ellos ni a mi abuela, qué querían hacer conmigo. Me llevaban y traían como un paquete. Estaba harta de que me trajinasen de una casa a la otra.
Al final les vino una idea loca a la cabeza, de venir a vivir a Neyor Cyti, donde nacieron los problemas. Y ahí comenzó la verdadera fiesta.
Me llamaba la atención que pa’ leía el periódico tapándose la cara. Rumiando cada frase dicha por los políticos agregaba ‘Estos atorrantes se comen al país’, sin prestar atención a los comentarios de mamita cuando se llevaba las tarjetas ‘Cacho te dejo la Visa y me llevo la Master’.
Ella, salía de compras todos los días con una nueva amiga. Cuando papá le reclamaba, contestaba que esperaba una vuelta de suerte y que por eso se iba a jugar unas fichitas al casino.
Yo me las arreglaba sola: ponía las palomitas de maíz en el microondas y le daba A full, -en mi ciudad los llamamos ‘pochoclos’. En aquel momento, de verdad, parecía que esas formitas deliciosas se convertían en blancas palomas. Mi mama decía que pa’ tenía la figura de un maíz inflado, que hiciese dieta.
Siempre me dejaban escrito en el refrigerador la lista del día. La primera semana hice lo que esos datos disponían: Sacar a pasear al perro, hacer las camas, sujetar la puerta con pasador, ventilar la casa abriendo ventanas y un extenso etcétera.
Dejando un día lo escrito de lado, comencé a hacer lo que me placía, preparándome para un combate verbal,luego. Uno ejercía el dominio sobre el otro, discutían las prioridades a las cuales debería someterme para beneficiar los intereses de la casa. Se disgustaban de modo tenaz, volaban algunos platos arriba de mi cabeza – una vez me pegó uno- y terminaban diciendo que entre ellos había ‘incompatibilidad de caratecteres’.
Era un terror vivir bajo dos enemigos en la misma casa. Mi mamá, le reclamaba a mi padre que se estaba pudriendo por avaro y éste a madre que ella tiraba su vida en banalidades. Ella le contestaba que era un fracasado; que la subestimaba como mujer. -Claro, que no tengo la menor idea de qué será eso.- Y recibía a su vez la respuesta de que era mejor no prestar tanta atención al dinero que entrara al hogar: ‘Si gastas demasiado, tu caída está decretada como la de una paloma herida en vuelo, ¡te lo advierto!’.
Una compañera de escuela, vivía una situación igual: terminó internada en un lugar de jóvenes con problemas. Me sentía indefensa, temía que me llevaran también, a mí.
Luego venían los reclamos que hacían para que yo fuera una buena hija. ¿Cómo serlo? ¿Acaso ellos eran buenos padres? A veces mamita decía que estaba arrepentida de haberlo conocido. Mi padre, que no se quedaba atrás, le recordaba haberla salvado de ‘algo que le dolía mucho en alguna parte’. Repetía que era una meretriz: ¡yo te saqué de ese espantoso lugar! ¡Te cambié el nombre de una zorra por el buen nombre mío! ¡Ay, con todo esto me estás matando!... Y mamita lloraba mucho y decía: ‘¡eso duele, duele, Cacho!’ Y, él amenazaba y cerraba la puerta con un golpe.
Como no entendía nada, me fui a buscar lo que decía el diccionario y encontré otra palabra y esa, me explicó lo que le quiso decir pa’ Cacho a Ma’ Zulmita: ‘Lo que hacía era cambiar su cuerpo por dinero’.
¿Será, que en donde estaba su monedero se sienta ella?
Cuando mi Madre gritaba de esta forma, mi padre le retrucaba.
_ ¡¿Acaso, no te he entregado todos estos días de mi juventud?!
_ ¡¿Acaso yo, no hice lo imposible para limpiar tu pasado?!
Después apareció alguien guapísimo, que era un doctor de ‘cabecera’.Mamita, me dijo que lo llame ‘tio’ Facundo y que no le avise a nadie. Creo que lo llamaba así por que dormía con mamá cerca de su cabeza, y con las almohadas armaban tremendo lío jugando al doctor. Un día, que me dieron dinero para comprarme golosinas, los espíe detrás de la mesa de luz, a ver qué pasaba; yo también quería jugar de ese modo. Debe ser muy divertido ya que se los veía muy felices y reían animosos.
También papá, de a ratos, jugaba con Mamá de esta forma, pero no se los veía tan contentos. Ella se daba vuelta rápido y papito se quedaba panza arriba mirando el techo con un cigarrillo en los labios. Después mamita se puso regordeta por que le crecía una hija para que yo jugara con ella a las muñecas.
Luego, mamá y tío, jugaron de nuevo al doctor; pero esta vez, se armó gran alboroto. Papá Cacho se puso muy bravo: se escucharon fuertes golpes desde la sala de televisión y mucho llanto.
Esa noche encontré a mi madre en el suelo; a su lado había una mancha roja. Cuando le pregunté a mamita que había pasado, ella sólo lloraba. Entonces, llegaron de este modo los problemas, y alejaron a papá e internaron a mamá.
Es difícil comprender a los mayores, aunque me rompo la cabeza no logro entenderlos. Un amigo me dijo, te doy un consejo: ‘No hay que comprenderlos, los grandes ya no tienen caso’
A pesar de todo era bueno vivir los tres juntos. Una vecina preguntó: ¿Y de amores qué tal? Y mamita le ha respondido: ¿De amores? ¡¡¡ Felices...!!!
Me preguntó que cuando salga papito qué me gustaría. Yo sonriente le contesté: ¡Que regresemos a casa en familia!
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