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Inicio / Cuenteros Locales / ciclotron / Ángel cojo, no caído

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Muchas veces le preguntó a su madre porqué diosito no la sanaba de la cabeza, si ella iba a misa día por medio y además rezaba, y tenía estampas de santitos en la pared de su dormitorio. Le recordó también que cuando iban juntas de compras al mercado y la esperaba al lado de la imagen de la virgen, ponía en la cajita de las ofrendas cien pesos cada semana. Ocasiones en que era observada con curiosidad, generando risas ofensivas por doquier.
—Mamá, ¿si el doctor no me sana mi cabeza, tu creís que si rezo mucho, mucho, mucho, voy a quedar bien?
—Claro hijita.
—¿Y voy a caminar derecha también, sin cojear de la pata mala?
—También hijita, hay que tener mucha fe, nomás.
Teresiana siempre supo que su hija era especial, según el eufemismo que usaban para referirse a la enfermedad irreversible de Tomasina. A pesar de los años, en sus oídos impactados y perplejos, aún resonaba el diagnóstico lapidario del especialista. Siendo una mujer ignorante en el tema, supo indagar, investigar e instruirse sobre el mal de Tomasina. Aprendió a cuidarla, a protegerla, y a guiarla por una vida medianamente normal, dentro de las pocas posibilidades que tenía, justamente, de hacer una vida cómo la de todas las demás personas. Por su parte Tomasina vivía despreocupada, con un razonamiento mínimo, muchas preguntas y una fe inmensa, cultivada en su cabecita débil por su madre;
—Hija mía, vamos a misa, hay que agradecer a Dios por todo lo que nos da.
—Tomasina ¿Rezaste anoche?
—Hijita, diosito nos da que comer, nos cuida, nos ama y nos protege.
La hija escuchaba y sonreía, mostrando una dentadura amarillenta, con dientes destrozados por una mala alimentación y una higiene escasa, en un hogar donde no siempre los utensilios de aseo estaban presentes. Aún así, siempre, de manera inocente y cordial, le sonreía a todas las personas con las que se encontraba en la calle, el mercado o junto a la gruta de la virgen.
—Señor, le puse ciento cincuenta pesos hoy a la virgencita, para que me ayude con los dolores de cabeza y no se me olvide tomarme los remedios que me dan en el hospital, aunque mi mamita me avisa siempre. Sabe, yo estoy enferma de la cabeza, ¿le dije eso cierto?, de chica, por eso no pude ir a la escuela, pero se contar hasta diez, las letras no las entiendo, por eso en la iglesia me aprendí de memoria las canciones, ah y cuando piden la ofrenda, pongo siempre cien pesos, para que Dios y la Virgen me sigan cuidando. Mi mamá dice que si sigo rezando y yendo a misa, me puedo mejorara de mi pie malo, vea usted, lo arrastro y hago tira los zapatos, igual después mi mamá los vende en la feria, los lustra primero eso si. También me dice que diosito es como mi papá, porque mi papá de verdad, no lo conocí, yo creo que se fue al cielo, porque era bueno dicen todos, y la gente buena se va al lado del Señor. Yo rezo mucho para llegar al cielo con mi pie bueno y mi cabeza sana, así puedo alabarlo sin tartamudear ni hablar cosas raras, porque en las noches despierto viendo ángeles que destapan mi cabeza y hablan y escucho ruidos que me hacen gritar de miedo, pero mi mamá me abraza y ya no escucho más eso.

Al llegar a la misa, Tomasina y Teresiana se sientan en primera fila, para estar más cerca de Dios y sus favores. Escuchan atentamente las palabras del cura, que las convencía cada vez más del poder ilimitado de los santos y su influjo sobre las acciones humanas, que según él, son débiles y reprochables. Oraron, se persignaron y se confesaron pecadoras, pero Dios perdona, aún a las enfermas mentales, cojas, viejas, feas, pobres y especialmente, a quienes van a adorarlo a su propia casa. Así es que salieron felices, y Tomasina totalmente sana, al menos en espíritu, porque su cuerpo semi deforme y agotado por la enfermedad seguía siendo un resumidero de males físicos y psíquicos. Al llegar cerca de su casa, Tomasina observó cómo una familia era lanzada a la calle, tal vez por no pago de arriendo o dividendo al banco; la dueña de casa gritaba, el esposo miraba con ojos vacíos, presintiendo el verdadero vacío al cual lo arrojaban. Los hijos lloraban sentados en la vereda. Tomasina se acercó a ellos, según una costumbre desprovista de afectación, inhibición o prejuicios, propios de las personas que se decían normales.
—No lloren, diosito cuida a los niños, y protege a los adultos que rezan, y nos da la comida, y calma la sed de todos nosotros. El cura hoy leyó la Biblia y dijo que el Reino de los Cielos es de los pobres, así que todos nosotros tenemos un Reino, porque somos muuuuuuuuuuuuy pobres.
La madre expulsada de su hogar la miró y reconoció en ella a la niña enferma que todos conocían y querían en la población. No le sonrió como solía hacerlo cada vez que la encontraba en el almacén, comprando cuatro panes ó un cuarto de azúcar. Si le tomó el pelo y le dijo en voz baja que se iban y que ni Dios ni el Papa, ni todos los rezos del mundo le devolverían su casa y su tranquilidad.
—No se preocupe entonces, yo voy a ir a la iglesia a pedir por ustedes para que les devuelvan su casita, a mi el Tatita Dios me escucha, estoy segura que me va a sanar mi pie malo y me va a arreglar mi problema de la cabeza, porque no soy tonta, solamente estoy enferma. Chao y no lloren, voy a rezar altiro por todos ustedes.
La vieron alejarse corriendo, seguida por su madre, se miraron, ahora si sonrieron y pensaron casi lo mismo; que si Dios ni los Santos sacaban de apuro, por lo menos había un ángel en la tierra tratando de hacer algo por las personas desamparadas.

http://blogdeltiempoqueseva.blogspot.com

Texto agregado el 14-03-2010, y leído por 211 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
30-03-2010 Excelente, realmente muy buen perfil desde la niña enferma, el ponerse en la piel de alguien que no podemos ni imaginar que es lo que le pasa por la cabeza es muy loable. Una genialidad y bien escrito. isis1974
19-03-2010 Es en verdad hermoso, se enterneció mi alma... qué bella prosa Mujer_de_sal
16-03-2010 ESPECTACULAR malaya
15-03-2010 Es valeroso y agudo.muy buen texto. caliche
14-03-2010 Excelente. Desde el título en adelante. NeweN
14-03-2010 Precioso cuento. Dicen que la fe mueve montañas. Una historia de constancia, esperanza y fe muy bien contada :) Estrellas y saludos nayru
 
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