Onírica
Todas las mañana tenia esa extraña sensación de haber estado en el cuerpo de otra persona. Intentaba dormir un poco más, siempre un poco más, para aunque sea por esa vez saber como terminaba esa historia. Todos los días cambiaba, en ocasiones le costaba reconocer quien era, la desconcertaba. Siempre cuesta acostumbrarse a otra realidad. Aunque sin pensarlo la protagonista tenía algo en común. Escapaba. Se escondía. Veía la situación con asombrosa habilidad, tal cual arquitecto diseña una casa. Siempre había una casa. Siempre había un plano. En esa realidad era posible mirar desde arriba. Con detalles que le causaban escalofríos, siempre tan acordes a esa realidad. Nada fuera de lugar. Algunas veces eran viejas y antiguas, de otro siglo; otras más recientes, con lujos de otras décadas; otros más modernas, a veces de otros países. Seguían teniendo algo en común, siempre esa realidad distante y próxima tenía un patrón: era intrincada, un laberinto, con múltiples puertas, atajos, caminos a seguir. Pero siempre escapaba, huía, buscaba, nunca inmóvil. Tal vez por eso le costaba escapar de esa realidad, donde todas las noches era alguien diferente, con retos nuevos, con nuevos desafíos, con otros obstáculos.
Abría los ojos. Ahí estaba su verdadera realidad. ¿Su realidad?
Vaneale
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