A los Señores Periodistas.
Cómo hacerles llegar mi preocupación por el estado de salud de sus licenciaturas. Siendo consciente de que no existe hospital alguno capaz de atender su enfermedad, permítanme la osadía de mostrarles la visión desoladora que ustedes nos ofrecen a través de sus narraciones.
En primera plana, su desorden social, y como causa principal de su enfermedad se encuentra, según ustedes argumentan sin cesar, el derecho y el deber de informar. Y se lo han creído tanto que han llegado a sentir la necesidad de desinformar para después poder informar. Contra los derechos adquiridos por los deberes de la vulgaridad, no se tiene conocimiento de vacuna alguna que pueda proteger y preservar al periodista recién nacido en una sociedad ya corrompida por la notoriedad.
Lo siento tendrán que volver a empezar.
Y no podemos olvidar su especialidad en esta perturbación, la cirugía, que convenientemente utilizan para disfrazar la verdad. En el quirófano mediático cuenta con futuros o ya encumbrados periodistas y sus poderosos clientes. Clientes a los que todos hemos dado el poder de decidir por dónde cortar, unir y pegar. Error nuestro fue creer en sus palabras, en las de ellos y en las suyas, y confiar. Pero su desacierto, su falsedad, fue el engaño, y no tiene perdón. Nosotros, los lo elevamos a la categoría de pecado capital.
Somos conscientes de que ustedes los periodistas pertenecen a una enfermiza raza social, y digo enfermiza porque la falta de ética les ha hecho enfermar. Parece ser que la ética no vende, no da titularidad y el periodista novel, poco a poco, la arrincona en el desván de su consciencia, de su razón. Y la olvida.
Para rescatar todas esas palabras deliciosas y olvidadas por ustedes tampoco hay medicación.
Y para terminar y en el techado de su padecimiento se lee un luminoso con la palabra Cáncer. Cáncer, palabra mayúscula, que aún hundiendo a todo el que lo padece lo absuelve al mismo tiempo de todo pecado capital cuando muere. Pues eso, estamos esperando sus muertes como malhechores de la información y confiamos ilusionados en el resurgimiento de la palabra encumbrada en voces de verdad, en voces sin miedo, en voces leales a la información que cultiven, ilustren e instruyan al pueblo.
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