- El Talento de Almaver -
Erase que se era en un país muy muy lejano donde un joven Beduino, un morador del desierto, como se les llamaba por aquellos lugares, se encontraba, algo alejado del oasis donde estaba su poblado, arrodillado en la arena, a pleno sol, escarbando con sus manos con mucho afán, como buscando algo.
La casualidad quiso que pasara por allí un chiquillo llamado Almaver, el cual sin ser un Beduino de aquellas tierras, venía aburrido, con su turbante reliado en la cabeza, pegando patadas a la arena y a las piedras, y al ver al beduino arrodillado, se detuvo cerca de él y lo observó con detenimiento. El Beduino, que no le prestó mucha atención, seguía escarbando y escarbando un agujero, aunque por mucha arena, que sacaba y sacaba, ésta volvía a escurrirse dentro del mismo porque era muy fina y ligera
-Hola, me llamo Almaver ¿Qué estás buscando, se te perdió algo, te ayudo? –
-Busco mi talento
-¿Qué es eso, un amuleto, una moneda que se te ha caído?
- No, el talento es mucho más que un amuleto y por supuesto mucho más valioso que una moneda. Mi padre “Morador de las Dunas” me ha explicado que es una capacidad especial que cada persona tiene para hacer algo, es aquello que realmente se te da bien hacer en la vida, que no te cuesta nada hacerlo y con lo que te sientes feliz. Hace varias noches mi padre consideró que ya era hora que empezara a pensar y descubrir cuál es mi talento. Y, ya ves aquí estoy. ¿Conoces el tuyo?
- Sinceramente no; nunca me paré a pensar en ello, pero, ahora que lo dices, parece entretenido.
- Pensaré lo que quiero ser de mayor; pensaré en algo que me guste, que se me dé bien, algo que me haga feliz –
Se despidió Almaver y siguió su camino tan distraído como llegó. Al rato se fijó en un halcón que volaba por los aires, y su imaginación también se puso a volar: podría ser aviador, capitán de globo o piloto de helicóptero, astronauta…
- Bien, me gustan esas ideas -pensó- y siguió caminando.
Más adelante vio a lo lejos a un pastor que plácidamente descansaba mientras las cabras pastaban tranquilas a su alrededor.
A Almaver le gustaban los animales y pensó que le encantaría volar sobre uno de los Dragones Rojos de la China o conocer a la ballena Moby Dick, bucear con el gran Tiburón Blanco de los mares de Borneo o correr con los caballos salvajes de las praderas esteparias… Pero…. ¡no! – se dijo- pastor no sería.
- Me gustaría dedicarme a algo que requiera más acción; alpinista, equilibrista, forzudo, buzo, piloto de carreras, piragüista, cañonero, ¡Qué de cosas interesantes podré llegar a ser!
Y así siguió cavilando; y cuanto más imaginaba mejor lo pasaba.
Ya se veía como un científico descubriendo vacunas y ungüentos, como un astrónomo planetario, como un gran artesano del barro rojo de Etiopía, o como el gran cocinero y pastelero de Sevilla del Este, músico sinfónico o roquero desmelenado.
Y no todo quedó ahí, pensó incluso en ser maestro, arqueólogo, mecánico, o titiritero, trotamundos, agricultor del desierto e incluso inventor. Esto último, lo de inventor le gustó especialmente; podría fabricar todo tipo de utensilios, un telemicroscopio, un taburete inteligente, una motocoche, un rayo soplador…
Así discurrió la mañana de Almaver cuando otra vez, casi por casualidad (ensimismado en sus pensamientos había dado una gran vuelta por el oasis del poblado) volvió a encontrarse junto a un gran boquete, al Beduino que ahora estaba tumbado, mirando al cielo con la nuca apoyada sobre las palmas de sus manos.
Almaver le tapó con su cuerpo los rayos de sol que le daban en la cara y el Beduino se dio cuenta de su presencia.
- Hola Almaver – dijo el Beduino- ¿Cómo te fue la mañana?
- Pues estuve pensando en lo que dijiste sobre buscar mi talento - dijo Almaver - Lo he pasado bien imaginándome haciendo mil y una cosas, pero la verdad es que me resulta difícil elegir. Se puede llegar a ser tantas cosas interesantes en la vida que no me decido.
- A mi me ha pasado lo mismo, por mucho que escarbé no he llegado a ninguna conclusión; pienso que soy demasiado joven todavía para decidir.
-Yo sólo he decidido una cosa- apuntilló Almaver- lo que si tengo claro es que desde ahora me fijaré en todas las personas y las cosas con más detenimiento e iré buscando mi talento por ahí; quizás aparezca en cualquier momento, en cualquier sitio y no quiero por nada del mundo que me pille distraído con tonterías, ¡quiero estar alerta!
- Algo parecido le dije a mi padre hace un momento y le ha parecido magnífica la idea y añadió que no se me podía olvidar que, sobre todo, debía buscar dentro de mí.-
Entonces el Beduino le propuso a Almaver acercarse hasta el oasis del poblado; Éste asintió y los dos muchachos corrieron, se desnudaron y se echaron al agua durante el resto de la mañana, jugando con los lagartos y los sapos. Desde entonces fueron amigos inseparables y, al cabo de los años, encontraron cada uno su talento, descubrieron dentro de si mismos quienes eran. El Beduino se dedicó a viajar, escribir cuentos y descubrir leyendas sobre los pueblos de África. En cuanto a Almaver su destino fue incluso más fascinante; no quedarían palabras para hablar de los países a los que viajó, las personas que conoció, las maravillas voladoras que construyó, ni las magníficas e increíbles acciones que realizó.
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