MARINA
Mi vida es normal sin eventos magníficos, jamás seré famosa y mi nombre también se olvidara pronto. Mi memoria no es buena pero un hecho si cambio mi pequeño mundo. Vivo en un pueblo pesquero donde la gente es tranquila y todos nos conocemos, los de afuera nos parecen extraños y ariscos, por eso no suelo relacionarme con ellos.
Tengo 17 y nunca he tenido un gran romance, sueño con uno pero suelo aburrirme muy pronto además no quiero q me casen rápido yo tengo otros planes. Acá los días son de mucho calor, en las tardes me acuesto en la hamaca del patio y me chupo un mango helado pensando en todo el mundo allí afuera que quiero conocer.
Sueño despierta muy a menudo en cualquier lugar mientras mi madre me habla de cosas que no recuerdo después.
Esa única noche en mi vida que recuerdo tan claramente, un gran cielo cargado de estrellas, como nunca se me ocurrió ir a caminar a la playa es mejor sin los pescadores y sus miradas lascivas.
Tan tranquila estaba tarareando una melodía cuando vi a un extraño sentado en la arena. No se inmuto al verme cerca y yo lo ignore tal como hizo el.
Luego de minutos de silencio el por fin dijo –vine hasta aquí para buscar la paz del mar, los problemas parecen irse con la espuma- yo no dije nada siguió hablando –eres como el mar no hace mas ruido que el vaivén de las olas como tu respiración- .
En ese momento lo mire y pude ver q era un hombre joven cabello negro, ojos expresivos muy diferente a cualquier muchacho de por aquí su manera de vestir era de gente de ciudad. En mi cabeza asustada pensé q era una extraña aparición una hermosa aparición, di media vuelta y camine rápido hacia mi casa el siguió mirando al mar con aire ausente.
Como era de esperarse no dormí aquella noche, la voz del extraño invadió mis sueños.
Desperté con los gritos de mi madre y ya era tarde para ir a ayudar a mi padre en el pequeño almacén donde se vendían desde agujas hasta brebajes para la buena suerte, tonterías de una pobre viuda que mi padre ayudaba vendiendo supersticiones en la tienda.
Mayor fue mi sorpresa al ver al hermoso extraño sentado en el restaurante de al lado a la luz del día pude verlo mejor, nos reconocimos enseguida yo chica de pueblo ruborizada entre rápido ocultando la agitación que aun no entiendo que lo producía.
Mi padre salió hacia el muelle a ver unos encargos y me quede sola en la tienda e hice lo que mejor se hacer, cantar. El extraño se acerco a la entrada y con su sonrisa de perla dijo –nunca dejes de cantar- yo solo pude devolverle la sonrisa.
El se presento…(su nombre no lo diré puede ser cualquiera)– no soy de por aquí y eres la única persona que me inspira confianza por eso me atreví a hablarte ayer- . Yo de lo mas boba no articule palabra alguna.
El extraño volvió a hablar: -entiendo que no hables con extraño y peor aun feos como yo-
Esta vez morí de risa soltando una carcajada el hizo lo mismo. Por cortesía me presente, -soy marina- dije.
-un pueblo pintoresco de pintorescos habitantes- dijo el dando media vuelta para sentarse en los bancos de en frente.
En eso llego mi padre pensando en sus propios problemas me dijo que podía irme que no me necesitaba por ahora, cosa extraña ya que solía quedarme hasta la hora de cerrar, Salí advirtiendo la presencia de el hermoso extraño que me seguía.
-¿Por qué me sigues?
-es que no conozco nada del pueblo y tu eres la única q me habla, podríamos ir a la playa a caminar, solo quiero hablar y despejarme- dijo el mirándome con sus ojos marrones.
Lo mire de reojo según yo mostrándome petulante.
Llegamos a la playa ante la mirada atónita de todos, seguro empezarían las habladurías que poco me importaban.
El extraño hablo de su presente de su futuro jamás de su pasado, yo le hable de mi vida en el pueblito pesquero y de mis planes para ver este ancho mundo lleno de posibilidades inimaginables.
El hermoso extraño, lo hermoso de el no era su rostro quizás; era esa mirada que brillaba cuando hablaba de sus sueños, su sonrisa encantadora y la naturalidad para ver las cosas.
Paseamos por el pueblo comimos helados se nos derretían en las manos, reíamos hasta que nos dolía la panza.
El se fue el bus de las seis de la tarde yo lo acompañe. El dijo que me escribiría, no le creí solo sonreí. Me dio un tierno beso en mis labios de rosa sin abrir. Di la vuelta y sabia que jamás lo volvería a ver pero eso poco me importaba
Su presencia hizo memorable el ultimo verano en mi pueblo.
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