Huye de mí. No mires para atrás. Olvida todo rastro. Olvida que hay quien quiere verte, mirarte, de arriba a abajo, no para escrutarte sino con deseo, con cariño, con una sonrisa lo más amplia que su coraza le permite, olvida que hay quien te quiere conocer más, con toda su capacidad, con su propia mirada, desde su punto de vista ni más ni menos acertado sino el que tiene, con toda su ilusión, la que tiene.
Huye de mí te digo, aplasté con mis pisadas a quien pasaba por mi lado, también destrocé a cuantos venían dispuestos a abrazarme. No es fácil y requiere su aprendizaje recibir estima. Estuve acostumbrado a no respetar ni lo más sagrado, nadie me avisó de que estaba pasando por encima de esa gente que desde mi mente veía tan pequeña. Nadie me advirtió de que era todo una ilusión perceptiva y de que yo no era ningún gigante sino q en tamaño eran iguales a mí. Todo cuanto veía me hacía pensar que el mundo se regía por cuestión de tamaño, en el hogar y fuera de él: ejércitos, dígitos en cuentas bancarias, escrúpulos de las multinacionales. Sólo quise ser el más grande. Ahora comienzo a ver lo que nunca quise ver, gracias sobre todo a un amigo y a una amiga que eres tú que se atrevieron a señalar al emperador desnudo y a sus vergüenzas.
Bien quisiera poder estar a tu lado ahora no se cuanto, lo mínimo aunque fuese, algo así como los reclusos, una hora a la semana quizás, y darte las gracias eternamente o durante una hora. |