Son las 3:30 de la mañana del 27 de Febrero y todo está tranquilo por acá. Pasan los minutos y comienza un ruido ya conocido por la gente que vive en este país. Sólo segundos del comienzo de este, el movimiento se hace intenso, no alcanzo a despedirme de la persona con la cual converso cuando se corta la luz y empiezan a quebrarse los vidrios en el piso de abajo. Es difícil caminar, intento avanzar hasta la puerta cuando una repisa llena de libros, adornos, etc. se despega de salto desde la pared y cae con la punta sobre mi rodilla y espalda. Con dificultad pero tranquilidad la retiro cuando veo caer desde otro mueble un televisor.
Gritos y mucho ruido se escucha en todas direcciones, el movimiento no ha cesado y ya van casi dos minutos. Alcancé a recoger mi celular cuando pasados los dos minutos y medio aún sin poder abandonar este lugar el movimiento ha parado. Los gritos siguen en todas direcciones, no hay luz, y la señal del teléfono sólo me permite enviar un mensaje para desear seguridad.

Las calles están repletas de gente, algunos abrazados, llorando, preguntando por los demás. Los más tranquilos volvemos a nuestras casas, que han resistido los 8.8 grados del terremoto, para buscar ropa, radios, teléfonos y tomar medidas de precaución. El silencio se hace presente en todo el lugar para poder escuchar los informes radiales o esperar la llamada de algún familiar o ser querido avisando que se encuentra bien.

Los animales están aterrados; perros y gatos inmóviles y la gente comienza a notar que una nube de polvo está sobre sus cabezas alumbradas por la intensa luna que acompaña a la noche. Las horas pasan y el sol comienza a trepar tras las montañas para dejarse ver y consigo traer el día que será el fiel testigo de la destrucción que ocurrió en el país.

Han pasado poco más de tres horas y el ruido comienza de nuevo. Desde la calle se ven las rejas de las casas moverse con mucha fuerza, se activan las alarmas de los autos, y la gente comienza a entrar en pánico. Han estado toda la noche despiertos y ya están cansados. El temblor termina; fue una réplica fuerte pero no causa tanto problema. El susto ha pasado.

En la radio, fiel compañera esos momentos, comienzan a comentar precariamente sobre la destrucción en muchos lugares del país. Las comunicaciones están en el suelo, y se hace muy difícil poder dilucidar el tremendo impacto que ha dejado la naturaleza. Los rayos del sol aún no se asoman por la cordillera y algo raro sucede en la naturaleza. Fuera de todo lo comentado, los que dan la bienvenida al día no se hicieron presente, la muerte y el dolor de muchos ha dejado en silencio hasta a los pájaros.