Para la doromila de Karen

Yo te pagaré en partes/ con esa misma moneda
Y si, te voy a despedazar/ mi pedacito de mierda.
Karen Luy (Nohayplanb)



Habían pasado como tres años, quizá cuatro, sólo unos días desde que compartieron esas letras en pantalla, en papel, sentadas codo a codo y donde ya todo flojeaba, de forma latente, eso si. Ninguna de las dos percibía que estaban cerrando página por eso la dejaron entreabierta. Sentada en la plaza trata de recuperar memoria de esos años compartidos ¿ahora con quién compartiré maternidad?. Realmente no quería ser madre, solo compartir la educación de su hijo con esa persona que tanto admiraba, quería, quiere. Lo mejor sería buscar un responsable de su ruptura, o en su caso una responsable, así sería mas llevadero. Buscaba a alguien en quien pensar, alguien a quien buscar día tras día, fundamentalmente alguien a quien culpar. Definitivamente buscaba un plan b o c o d, novedades, nuevas experiencias, situaciones desconocidas. Una obsesión que la quitara de la cabeza todas esas dudas, alguien a quién poder despedazar sin futuros rencores. En el fondo no estaba tan mal que esa persona se desapareciese sin dejar rastro, así tendría en que perder el tiempo que antes dedicaba a su eterna compañera. De sobra sabe que ella es lo que quiere, que quiere volver, pero no hoy, ni mañana, quiere experimentar, conocer, crear, volar. Eso es, sobre todo volar para mañana no tener que sentir que la niña a la que ama le cortó las alas. Esas gafas amarillas hoy no la traen alegría, tampoco tristeza, por eso arrastra esa mirada, quiere saber la respuesta pero confunde la pregunta. El cuello de cisne de su polo negro no esconde las pulsaciones de sus venas, solo las disimula, la última chela, el último diseño no logran atrapar la angustia de no saber qué sucederá. Necesita paralizar el tiempo un momento para recrearse en esa vivencia que ahora ha partido, no soporta pensarla con otra pero quiere que conozca a otra, con un pequeño matiz, que la siga prefiriendo a ella. Sus ojos reflejan el miedo a la verdad, que no son iguales, que ella se siente atraída por otras, quiere a otras, desea a otras pero en ninguna encuentra lo que en ella. Mientras tanto la otra siente todo eso por ella, por eso tiene miedo de que se disipe su amor y vivencie algo que con ella no llegó a sentir. Quizá eso ocurra o no. Sus gafas de la alegría no se han roto, solo están empañadas, y en este preciso momento es ella misma quién no desea limpiarlas. Solo quiere culpar a esa, la desaparecida y proyectar en ella sus dudas pensando que sufre por lo que no ha vivido a su lado. Pero pronto, muy pronto, un barco amarrará en su puente para que deshilache sus penas y el marinero pondrá patas arriba sus dudas
Vale que no tengo esas gafas amarillas de la alegría, me gustaría, pero no se puede tener todo, vale que las mías son moradas y me dejan ver cosas que quizá no estén sucediendo.