Ultrajaron mi alma y me hirieron
no importo que mi valor se corrompiera
ni que mi espíritu se carcomiera.

Malditos traicioneros
me han botado,
como una basura en deceso.

Me arrancaron de sus recuerdos,
me enterraron sin lágrimas,
estrellaron mi ira contra sus corazones,
me incrustaron como lanza
pegado a la venganza.

Destruyeron el amor
y me dieron a beber del odio,
contaminaron mis instintos
y oscurecieron más mi mundo ya perverso.

Me empujaron por la borda
riendo a mis espaldas,
malditos sembradores de la hipocresía
los detesto,
en lo más profundo de mí ser.

Les hablo desgraciados,
a ustedes,
los tiranos de la mentira,
criadores guarnecedores de sonrisas,
los llevo al infierno,
de mi mente perturbada.

No me olvido del veneno
de sus lenguas asquerosas,
ni me olvido del olvido
de promesas tan monstruosas.

Me arrancaría la sangre de las venas
para no ser gusano, rata y puerco,
me aliviaría en un patíbulo
para sacarme este gran dolor del pecho.