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Inicio / Cuenteros Locales / puntoenlanada / La curiosidad mató al gato

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I. Érase una vez un gato finísimo despertando de una siesta larga. Muy confiado caminó, estirando sus patas, hacia un plato de leche, cuando de pronto, debido a un temblor, un estante lleno de revistas cedió cayendo de golpe contra el gato. Cuando su dueña llegó, lo encontró muerto bajo un montón de ediciones de la revista ''Curiosidades''.




II. Había una vez un pobre gato llamado Pepino, el cual se sentía muy apenado y frustrado ya que a causa de su gran curiosidad sacando cuentas, solo le quedaban tres vidas de las cuales cuidar. El pobre gato sufría de curiosidad compulsiva.




III. Cierto día un hombre que se retiraba de su trabajo notó que en la otra esquina había un objeto que brillaba. Le comentó a su colega sentirse lleno de curiosidad por lo que allí había, pero este en tono de humor le dijo 'Recuerda que la curiosidad mató al gato'. El hombre se dirigió hacía el objeto, pensando en la frase, pero se dijo a sí mismo '¡Que va!, yo no soy un gato...'. Cuando de pronto al cruzar la calle, fue impactado por un bus, junto con un gato que caminaba a su lado. Seguramente el animal iba tan lleno de curiosidad como él.




IV. Un síndrome de 'curiosidad compulsiva' se había apoderado de la ciudad, matando a todos los gatos que en ella había. El problema lo tenían ahora los escritores de vidas de gato, ya que no tenían de qué escribir.




V. Cuando la ciudad se quedó sin gatos debido al síndrome de 'curiosidad compulsiva' que los atacaba, el lugar se infectó de una gran plaga de ratones. Las amas de casa desesperadas, comenzaron a comprar perros y los estrenaban para que se comportaran igual que gatos, pero con esto los perros se sentían oprimidos y muy humillados. Al cabo de unas semanas, las amas de casa consiguieron su objetivo, la ciudad ya no tenía ratones, pues los perros terminaron cazándolos a todos. Quien no estaba nada de contento era el veterinario de la ciudad, ya que tenía una lista enorme de perros con problemas depresivos, bipolaridad, trastornos de la personalidad e intolerancia a la lactosa. Pero a pesar de eso las amas de casa estaban felices.




VI. Cuando el enorme gato de maullido ronco puso sus patas sobre una curiosísima bolsa de papel que se movía, descubrió en su interior a un pequeño ratón que lo increpó diciendo ''Estúpido felino ¿acaso no sabes que la curiosidad mató al gato?

El gran animal sacándose las orejas y los bigotes le respondió riendo ''Matará al gato, pero no al perro''. Nunca más se supo nada del ratón.




VII. La curiosidad vagaba sola y triste por las calles de la gran ciudad. La entretención se le había acabo, pues ya no había gatos; ella los había asesinado a todos. A algunos brutalmente y a otros con un letal susto. Recordaba con nostalgia la expresión sorpresiva de sufrimiento en el rostro de cada una de sus víctimas, aquellas expresiones que la hicieron tanto reír. Pero ya era tarde y no podía hacer nada para recuperar la presencia felina en la gran ciudad. Aún así, jamás sintió ni la más mínima pizca de arrepentimiento, pues el goce que sentía al martirizar a estos pobres animalitos era su razón de vivir.

De pronto cuando comenzaba a sentirse perdida y la soledad parecía querer volverla loca, apareció delante de ella la solución: El terminal de buses. Rápidamente y sin pensarlo mucho, compró un pasaje que la llevaría lejos, a otra ciudad, donde lo más probable era encontrar a nuevos gatos a los cuales engatusar.

Texto agregado el 11-03-2010, y leído por 80 visitantes. (0 votos)


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