Eran cerca de las dos de la madrugada en el pueblo, cuando Antonio Cadegar, hombre solitario y sin familia, despertó de un salto en su cama. Una horrible pesadilla lo había atacado. Muy exaltado, comenzó a hacer memoria, recordando algunas imágenes; se vio escapando por las calles del pueblo, pero no pudo recordar de qué huía. De pronto, cayó en un abismo, quedando envuelto en una densa oscuridad y en el horror de sentir la caída libre. Al despertar, reaccionó de forma agitada tratando de calmarse.
Cuando recuperó la paz y la razón al comprender que era tan sólo una pesadilla, volvió a dormir, pero nuevamente las imágenes de un sueño invadieron su mente. Esta vez, era un niño, hombres borrachos que sacaban a bailar a las mujeres, pero no comprendía qué celebran. De pronto, un hombre que caminaba tambaleante producto del alcohol, tropezó con una piedra, e hizo caer a Cadegar; éste que dentro del sueño era tan sólo un muchacho, ahora se encontraba de boca contra la tierra, pero el impacto fue mayor al voltearse, ya que se encontró con la sorpresa de que todos eran gigantes, después de ello, vio que venía una mancha no era más que la planta de un zapato, despertó con un alarido estremecedor. Esta vez sudaba como nunca y la adrenalina le consumía los nervios. Se levantó a beber un poco de agua y a secarse el sudor con una toalla. Volvió nuevamente a la cama, muy asustado y pensativo ya que estas pesadillas eran horribles y sentía la sensación de que en ellas predominaba la muerte, con eso también recordó algunas viejas creencias del pueblo con respecto a los sueños y a la muerte, pero decidió no pensar más en esas cosas que le daban un miedo sepulcral.
Cuando el motor del sueño se echó a andar por tercera vez en esa noche, el correr de la mente le mostró un nuevo escenario. Era una hermosa mañana, él aún estaba en cama y la ventana vislumbraba los primeros rayos de la luz solar. Decidió levantarse y caminar hacia el cristal para apreciar el amanecer, ya que había comenzado su dulce ritual. Cuando llegó a la ventana la sonrisa del rostro se borró de forma estrepitosa. Fuera de su casa estaba casi todo el pueblo, el cual observaba su hogar como compadeciéndolo, pensó esto debido a la expresión de sus rostros, sin entender nada se esforzó por comprender. De pronto empezaron a llegar su memoria imágenes de sueños anteriores y supo de inmediato que éste era un tercer sueño y que de alguna forma le hablaba de su propia muerte al igual que los anteriores. Cerró los ojos varias veces, quería despertar, pero no sabía cómo. Cada esfuerzo e intento era inútil, trató de salir de su hogar, pero también era inútil. Puertas, ventanas, grietas, absolutamente todo estaba cerrado, como si fuese su propia prisión.
Fue al amanecer que el pueblo despertó sacudido por un fuerte sismo, el cual echó abajo las cuatro casas más antiguas del pueblo, entre ellas la de Cadegar. De los hogares derrumbados, el más perjudicado fue éste, ya que los otros tres, no tuvieron víctimas fatales. Así, la gente decía pobre Antonio, debió de morir en el sueño, quizás, no se dio ni cuenta que su casa se derrumbaba. |