...En aquél momento, cuando sus carnes se entreabrían, el brillante disco del sol surgió de pronto, estallando tras sus párpados. (Homba, Yukio Mishima).



“La decisión pasa por una manera digna de ver las cosas”, pensaste antes de entregarte al sueño. Luego avanzaste:
“Tomar las riendas de los propios acontecimientos, incluso hasta de los más nimios. Porque luego de la más importante, la más trascendente, las demás disposiciones surgen espontáneamente y se van acoplando por añadidura. La vida parece más fácil, más sencilla planteada así. Uno sabe que de esta manera la tiene tomada del cuello, y que no le permitirá bandearse así porque sí. Nada es igual luego de haber llegado a ese convencimiento sumo. Eso es lo que uno desea para sí, eso es lo que uno espera para sí, eso es lo que uno hará para sí, eso es lo que cumplirá a rajatabla, porque, de alguna manera, eso estaba escrito y no había más que leerlo, que es como leerse a sí mismo. El cuándo y el cómo, se mantienen reservados, latentes, expectantes. No hay mayor obligación ni cumplimiento a plazo fijo. La determinación es abierta en ese sentido. Y es franca y clara porque carga en su intimidad la certeza”.

Libre para moverte, encuentras tu propio ritmo ahora que conoces la meta. Dominas lo que gastarás hasta llegar allí, y lo que dejarás como descarte. Reconoces el valor de la luz del día, la luminosidad reflejada por el verde del verano, porque sabes del ocre de las próximas estaciones. Presientes que la plenitud del jazmín reside en que conoce su cercano final predeterminado. Sin la conciencia de él, su fragancia y carnosa blancura carecerían de vitalidad.

Subes al monte. Luego de la lluvia, el sol brilla con intensidad, y la visión desde allí te encandila. Sabes que no descenderás. Una paz, una serenidad extrema te invade, junto con el aire fresco y puro que respiras a todo pulmón. Y sientes la necesidad de regar la tierra con tu propia sustancia, con tu propia semilla. Te sientas en cuclillas. Con la mano derecha abres en canal la muñeca izquierda. La hoja brillante muerde casi sin provocar dolor. La esencia grana gotea con generosidad sorprendente. Sonríes, y te dejas ir.

Tuya, sólo tuya era la decisión. Y te la reservaste como un axiomático privilegio.