Cuando al fin reconoció que había sido derrotado pudo volver a empezar. Se había empecinado en continuar por un camino que no lo estaba llevando a ningún lado, en pelear una batalla que nunca podría ganar. Así que luego de años de sufrimiento tuvo que admitir que ya no podía continuar luchando; no le quedaban ya más energías y sentía que ya hasta el mismo había olvidado porque estaba luchando. Y realmente solo un idiota lucha sin un motivo claro. Reunió sus pocas pertenencias y partió perseguido por miles de miedos y esperanzas; miedo de tener que volver con la cabeza gacha y esperanza de al fin encontrar un lugar al que llamar hogar sin sentirse avergonzado.
Avergonzado. No, definitivamente no es la palabra. Aunque es una forma de expresarlo, pero no la correcta. No, en realidad se sentía hastiado, sentía simplemente que ese no era su lugar en el planeta.
Y ninguno lo seria podría pensar tranquilamente este pesimista relator. Porque nuestro personaje estaba hastiado consigo mismo y en ningún lugar podría sentirse en paz.
Ahh, pero tal vez un cambio lo ayude. Dicen que una forma de cura para alcohólicos y drogadictos es una mudanza. En realidad es un método muy poco efectivo, pero de vez en cuando una persona logra olvidar el pasado y comenzar de nuevo, volver a nacer podríamos decir.
Al fin nuestro personaje llega a un sitio junto al mar realmente hermoso. Vive en una pequeña pensión y vende chucherias a los turistas para subsistir. Da largos paseos por la playa y de tanto en tanto llora al ver el atardecer. Conoce gente buena y gente mala, como en todos los lugares del mundo, se enamora y se desenamora; representa un papel más en este circo de la vida.
Y varios meses después de su llegada nuestro joven personaje se cansa del lugar. La rutina lo agobia, la gente comienza a cansarle y decide mudarse nuevamente. Esta vez ira a las montañas. Siempre quiso vivir en la montaña, la playa fue tan solo un error más en su vida.
Nuevamente en una pensión, pero ahora en un pequeño pueblo de montaña. El lugar le fascina, parece realmente sacado de su imaginación. Es el lugar de sus sueños, paisajes increíbles, gente tranquila y por sobre todo paz.
Una paz excesiva tal vez, con el tiempo se da cuenta que por el pueblo casi no pasan turistas y no logra encontrar ningún trabajo. Además el silencio por la noche es aterrador, no puede soportarlo.
Claro esto es porque el nació en la gran ciudad. Siempre rodeado de gente, ruidos y luces, acostumbrado a tener todo al alcance de la mano. Definitivamente volvió a equivocarse.
Su cumpleaños número veinticinco lo paso viajando hacia la ciudad de Quito. Algo en su interior le dijo que debía ir a esa ciudad. Venia soñando con vivir en Quito hacia meses. Llego a la ciudad un primero de diciembre.
Ni siquiera termino aquel año en Quito. Por algún extraño motivo la ciudad lo volvió loco y sin saber porque hacia lo que hacia se convirtió en ladrón. Obtuvo una cantidad de dinero relativamente grande entrando a la casa de un empresario y logrando huir gracias a la suerte o al destino como ustedes quieran llamarlo.
Y viajo hasta la ciudad de México, y pareció que la ciudad lo hubiera estado esperando. Consiguió un empleo rápidamente, pudo alquilar una pequeña casa bastante decente y hasta conoció una chica de la que creyó estar enamorado. Vivió casi dos años en una relativa calma interior. Pero la ciudad no lo esperaba para hacerlo feliz.
Un día su novia resulto herida en un tiroteo en el centro de la ciudad y murió en el hospital. El podría haber intentado olvidar y continuar adelante en México, pero quiso volver a empezar en otro lugar. Esta vez no habría micros ni aviones. Solo sus piernas.
Comenzó a caminar sin tener idea hacia que dirección lo hacia. Casi no tenia dinero en sus bolsillos, su calzado no servia para largas caminatas y se sentía agotado a los pocos pasos. Y sin embargo logro llegar bastante lejos. Ni siquiera yo se hasta donde llego. Será acaso porque aun sigo en este pequeño pueblo de montaña, soñando con ser feliz en la maravillosa Quito.
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