LA INFIDELIDAD Y HECTOR.
¡Oh Héctor! Como lo siento. Que pena que tu sacrificio no haya sido entendido. Que tu amargo pecado no conlleve el perdón por que raya en la entrega, el sexo y fluidos varios. No pudiste explicar (o si lo hiciste no se entendió). No pudiste explicar, que una infidelidad es más un sacrificio que una desgracia gustosa.
Como se odia el hecho que te pillen en falta, es como volver de golpe a la infancia. Aceptar nuevamente y en silencio, los reproches de la madre mientras tratamos de esconder las manos llenas de mermelada. Fue bueno mientras duró. Luego el castigo, la simple culpa que se apoya en la espalda y no te suelta. Aún los años y la vida que duerme a tu lado.
Pobre Héctor, nadie te entiende. Nadie opina que las caídas la tiene hasta los ángeles. Ellos: albos, puros, sus alas. Pero, ¿Qué no también los ángeles se rebelan? ¿Acaso no buscan ese sabor dulce a mermelada? ¿No esconden las manos? ¿No saborearon la pasión antes que los echaran del paraíso?.
Que pena Héctor. Con todo este problema se borró tu sonrisita satisfecha. Ahora tu nombre vendrá con el estigma del pecado. Valor Héctor, la redención ya llega. Coraje y paciencia que estas cosas generalmente vienen de vuelta. Cuando tu mujer empiece a llegar un poco mas tarde de lo habitual, que las llamadas furtivas y por teléfono, las tarjetitas escondidas. Las dudas. En fin, ten paciencia eso no tardará. Las monedas se acuñan por ambos lados. ¿Lo habías olvidado?, luego lo recordarás.