Las nueces y los higos que tus manos pintaban
sobre blanco mantel bordeado de puntilla
ganaban lozanía junto a la acederilla.
Parecías ausente, mis ojos te miraban,
la luna de febrero relucía en su esplendor
y tus dedos febriles continuaban trazando.
La vida con sus dones te colmó vislumbrando
que serías en el arte permanente creador.
Así es como diste perfil al bodegón.
De estilo incomparable le brindaste la impronta
y me sentí pequeña, menuda, casi tonta
frente a esas florecitas amarillo limón.
Texto agregado el 07-03-2010, y leído por 145
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