He llegado a la conclusión, tras muchos años de pensamientos a la espalda, de que nuestro encuentro solamente podría efectuarse en alguna esquina de una ciudad que quizás no existe, a las veinticinco horas de un nevado día de agosto, y en un año lejano que nos permitiera estar medio vivos.

En una atmósfera sin aire, con los ojos cerrados, y de fondo una música sin sonido. Acariciándonos la espalda con unos dedos que por fin son nuestros.

Llenándonos de besos, ese sería nuestro encuentro, de besos dados con el alma, saliendo a convulsiones, muriéndose de ganas por materializarse y poder tocarte...

Pero hay millones de ciudades en esta canica, rodeada por una atmósfera llena de vientos, donde nunca nieva en verano y la música nos acaricia el oido, donde los dias se limitan a veinticuatro trocitos. Donde mis dedos no son más que mios y no tuyos, y mi alma se encierra en un cuerpo que no soportaría el éxtasis de un encuentro contigo.

Nada sería posible, más que nada, porque tú no existes en un mundo tan imperfecto como el mío.