Después de la siesta te despertaste repentinamente y molesta. Sabes que sé leer en tu cara deseos y frustraciones.
Te pregunté por qué estabas distante y con cierta agresividad hacia mí. Agradezco y retribuyo la honestidad de expresar. Me dijiste que habías soñado que te era infiel. Y que obviamente me odiabas por traidor.
Al respecto, hace bastante tiempo nos prometimos decirnos la verdad aunque esta fuera maldita, y debo decirte que sí.
Yo soñé que te era infiel, pero una vez despierto me di cuenta que no sabía quién me ayudó en la infidelidad, no tenía rostro ni cuerpo. Será que los cuerpos no me llaman, son los detalles, el huesito de la cadera o de la clavícula, el como extiende el brazo hacia fuera cuando camina, los pezones, esos hoyuelos antes de las nalgas o el vientre casi plano, y digo casi para que la diosa no se sienta tal.
Al final todo eso da lo mismo.
Podemos seguir soñando que somos infieles, al despertar estaremos juntos y bastará una caricia, un beso, algunas veces me dirás que pase por aseo bucal, otras por deseo bucal, despertamos juntos y no hay nada más que tú y yo, virgo contra virgo en la misma cama, verde contra verde.
Sólo una cosa, te recomiendo que sueñes que me eres infiel, aunque no me lo cuentes, quizás yo descubra lo mínimo, el detalle que me aclare que no hay más que yo, o sí lo hay. Si así fuera, ambos nos privaríamos de este sueño que vivimos.
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