Al terminar de comer el beafsteack que corto en pedazos tan perfectos, como medidos con una regla, Carlos Alcerro decidió que era tiempo de terminar con todo. Estaba harto de levantarse y tener la certeza que la tierra estaría ahí, la certeza de saber que no caería y que la emoción de los abismos no estaba a su disposición le devastaba. Se levanto y se fue directo a la mesa donde estaba el teléfono.
-Buenos días-
-¿Quien habla?-
-Hace unos meses me dieron este número. Unos amigos me dijeron que usted era muy profesional en… usted ya sabe.-
-Bueno, todos somos profesionales en cierta forma, hay quienes son profesionales en los juegos de azar, en los negocios, en las aventuras románticas, en los estudios y en muchas cosas que la sociedad tiene por buenas y yo, soy el contrario de estos-
-Por eso mismo le llamo, le necesito a usted para que haga algo que yo no puedo-
-La mayoría de los perfectos tienen un gran problema y es el de ser imperfectos en arreglar sus problemas-
-Es sin duda la misma razón por la que le hablo. Hace algunas semanas he tenido sueños tan aterradores que cuando despierto temo dormir de nuevo y trato de mantenerme despierto la mayoría del tiempo que me sea posible, luego de tanto pelear contra el sueño, yo un hombre tan pacifico, luego de pelear con todas mis fuerzas me veo vencido por él y caigo de nuevo a las aterradoras imágenes y entre ellas me miro despierto y que de no dormir alucino que duermo. Entonces ya no se si lo que me atormenta son mis sueños o la realidad misma.-
-Interesante-
-Aparte de eso, veo en una esquina de mi habitación la sombra de un hombre que a toda costa toca una composición aterradora mientras a la vez lee una elegía y también pinta una multitud de caballos negros con fuego en los cascos que vienen a aplastarlo. Pero el lienzo es como una ventana y parece que cuando termine su pintura, al mismo tiempo que termine de leer la elegía también termine con la tétrica composición de pronto los caballos me aplastaran también, ya que me quedo mirándolo, como su mas conmovido admirador. Y no quiero morir así, yo nunca quiero morir nunca ¿me comprende?-
-Se lo que usted desea. ¿Quiere que llegue a su casa, entre con el mas sumo cuidado, que me acerque a su cuarto y que sin parpadear ni siquiera una sola vez asesine al tipo que esta en la esquina de la habitación?-
-Es usted un tipo muy inteligente-
-Eso también es parte de mi trabajo-
-Entonces no hay mas que hablar, vivo en la avenida napoleón, en la calle13, numero de casa 4321. Venga usted pronto y sea sigiloso, no quiero que el tipo escape y que cuando usted se haya ido vuelva a terminar su obra, apresúrese.-
Al colgar la llamada, se levanto, se acerco a su reproductor y puso una composición de Godar. La música le penetraba intensamente, le llevaba de un rincón a otro y le hacia pensar en aquellas líneas que repetía desde la muerte de un viejo amigo “temprano levanto la muerte el vuelo, temprano madrugo la madrugada, temprano estas rodando por el suelo” Después de eso, la música le trasportaba a tiempos que el hombre no había visto ni quería ver. Miraba una multitud de caballos de ojos violentos y de fauces dispuestas a tragarse al mundo en cada inhalación. Se acercaban aterradoramente rompiendo todas las pausas y los puntos que había en el camino y al pensar en la forma de escapar la única puerta que se miraba era una puerta en forma de un ataúd que estaba puesta de manera vertical. La música había penetrado hasta el ultimo rincón de la conciencia, y ya no la sentía tan aterradora, era suave y fraternal como la mano que un amigo, nos da al pasar por algún peligroso risco, las líneas del poema que tenía en su cabeza llegaban a sus últimos versos y le daban la sensación, que cada línea le cobijaba bajo un manto de eterna tranquilidad, y los caballos que estaban tan cerca ya no fueron causa para esconderse aterrado como un niño bajo las sabanas. La canción termino, la elegía había llegado a su ultima silaba y los caballos se salían del lienzo y aplastaban al hombre que los contemplaba. Atrás de todo esto, un hombre con un revolver en la mano, ya no tenia mas municiones y se largaba para seguir con su trabajo.
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