Abriste tu alma y de ella brotaron mil aves,
divinas, incapaces de dejar de volar.
Fugitivas como nubes arrastradas por la brisa,
tan grandes como el cielo.
Dóciles y despiertas.
Escapando con dificultad de horrorosos sueños.

Abriste tus manos que al tacto se rindieron
blancas y fluidas, inquietas.
Como arenas al vuelo
levantadas por el viento juguetón.
Tan infinitas en su alcance
como el curso de mil mares.
De quietud y lontananza se han podido liberar.

Abriste tu vientre puro y sereno,
en gestación.
Deliciosamente áspero,
dulce como fruta silvestre y salvaje
honda y cómoda como nido de ave.
Cultivo de bendiciones,
creador del universo.

Abriste tú mirada, caminante, recién levantada.
Fuerte y profunda como estrella fulgurante
que se pierde en la inmensa oscuridad.
Brillante y nocturna,
siniestra como luna envenenada.
El velo de la ceguera tus ojos ya no cubrirá.

Abriste tu pecho y de el brotaron mil flores,
Hermosas, incapaces de querer marchitar.
Ancladas a tu alma como atadas a tu risa,
Tan grandes como un ramo de girasoles
Suaves y coloridas.
Creciendo con afán extraviándose en tu cuerpo.

Despierta.
Que la vida reclama la vida
Que el sosiego redunda a la palabra y al sueño
Que la belleza dormida es como un huracán de silencios
Y la pasión, esa fuente inagotable de vida
Dormita en lo más profundo de tu lucidez.