Allá en Cacaxtla me sentí explorador con mi cantinflora y mochila pero sin ellas porque nos lanzamos como el borras, de ver qué pasa. El nombrecito aquel, de aquel lugar, no tiene pierde porque nemotécnicamente vendría significando la caca de Tlaxcala pero en nahuatl significa otra cosa: instrumento de mercancías. Supongo que desde entonces las mercancías eran consideradas la mierda que no nos servía pa nosotros y mejor se vendía, pero hablamos del instumento que podría ser el dinero. Hipótesis tan pendeja como la mía suele ser el principio de una importante investigación, así que no se burlen, sólo recuerden el nombrecito aquel donde pasando la zona arqueológica y las pinturas rupestres, a mi amigo se le ocurrió la estupendísima idea de subir un monte que a lo cerca parecía en corto; y como no había mejor cosa que hacer nos valentonamos a subirlo, a lo pendejo diría yo, porque él aunque sea tenía muy buena condición, pero yo en cambio tenía los testículos hinchados por estar haciendo un esfuerzo que hace años hubiera sido sencillo pero ahora me sofocaba tratando de disimularlo, pa variar sin conseguirlo porque de plano sentía que estallaba mi corazón. Total, vi una piedra que la vi nomás como sentadera y allí le paré sin importarme el qué diría o el qué te va. Sentí que la virgen me hablaba, que los cigarros y la mala vida estaban sobre mí atacando mi dicha, pero también me valió madres la buena condición de mi amigo que de plano ya no sabía si decirme algo o mejor callar esperando que me repusiera. El pinche monte aquel que se veía chiquitito a primera vista era un monstruo a la hora de treparlo, así que muchachos, si escalan el Himalaya, y lo logran, mis respetos más rotundos a ustedes y a su condición encabronantemente perfecta. En fin, para no hacérselas larga (la historia, claro) finalmente llegamos a la punta de la chingada y como en varios montes que he subido hasta la punta (o sea, sólo tres, el de por mi casa, éste y el de Necaxaltepetl que hace poco se fue al suelo sepultando gente), había en él sus cruces y sus muertos, cosa que de niño se prestaba para que otros babosos salieran con el cuento de que allí espantan por las noches y de día era como contarte el cuento del coco que por las noches te asustaba si lo recordabas. Resumiendo: en aquel monte de Cacaxtla también había tres cruces (eran tres, sí) y lo curioso es que también había ruinas que no estaban protegidas, como si a esas nadie fuera ir a ver y podrían estar a la deriva. Y quizás sí, sólo uno que otro gringo extraviado y nosotros nos subimos al monte ese día cuando el calor estaba en su máximo. Ya pa rematar, nos subimos a la pirámide aquella y desde ahí se podía ver una carretera del lado opuesto con su gente en pleno baile a un lado de ella. De pronto, pusieron la buena, la que hizo bailar a todos y tararear a los dos, a mi amigo y a mí; no sé a qué pinche genio se le ocurrió una frase de seis palabras que con su ritmo hace cantar hasta al más malhumorado de todos los presentes: toooma chocoolaate, paaga looo que deebes; toma chocolate, paaga looo que deebes. Otra vez: toooma chocolate, paaaga lo queee deeebes. Toma chocolate. Paga lo que debes. Te la puedes aventar como un avemaría y me cae que en lugar de meditar, te repones. Hasta se me olvidó tomarme el agua de la cantinflora inexistente.