Las prisas pasan, las cagadas quedan.

La frase, acuñada o atribuida al empresario chileno Felipe Lamarca, que sirve de título a su libro, donde analiza Chile y sus instituciones, se hace hoy contradictoria. A 6 días de la tragedia, las imágenes de la televisión y prensa muestran los signos de la reconstrucción y el ánimo de resurgir. Hay quienes remueven escombros como una forma de ayudar, otros seleccionan y envasan mercadería para enviar a las zonas siniestradas y otros colaboran con ropas, alimentos y dinero. Esos somos los que el drama tocó tangencialmente. Hay otros que remueven escombros buscando cuerpos de parientes y amigos, quienes reciben o imploran por los víveres prometidos, quienes miran incrédulos su vivienda o departamento inhabitable con pocos años de construcción.
Hay quienes apuntan con el dedo a los responsables, o acusan al voleo a las autoridades ya sea por no dar la alerta temprana del tsunami, o por anular la alerta, quienes culpan a los municipios por dar recepción de obras a edificios mal construidos o que no respetaban las normas de edificación.
Hay también quienes a nombre de las empresas constructoras hacen desafortunadas declaraciones señalando que “La Torre Pizza lleva siglos inclinada y está de pie” intentando calmar a los propietarios de edificios que sufren una inclinación por falla estructural.
En este panorama, algunos se organizan y presentan demandas, recursos de protección o exigen sumarios a los funcionarios responsables.
Como dicen los abogados; hay que distinguir. Distinguir por ejemplo al funcionario de la Marina o de la Onemi, cualquiera de las instituciones que haya tenido culpa o responsabilidad al no dar la alerta de tsunami. Ellos como representantes del Estado, aquel que debe velar por el bienestar de los ciudadanos, pudieran homologarse al caso que contempla la justicia holandesa en que un padre por conducción bajo estado de ebriedad mata a su propia familia en un accidente. En ese caso, la justicia lo exime de responsabilidad, asumiendo que su pérdida y dolor es mayor que el de la sociedad toda. En este caso, las prisas pasan, las cagadas quedan.
Llevar sobre la conciencia la muerte de cientos de personas por un error, una negligencia o derechamente por culpa es algo que no logro concebir. No se está frente al funcionario de Estado que como en tiempos de la dictadura causaba consciente y dolosamente la muerte de sus compatriotas y recibía un sueldo mensual por ello.
En este caso, no hay dolo, pero sí culpas, culpas por no actuar a tiempo, no reaccionar frente al 2 + 2 = 4. Que un sismo 8,8 con epicentro mar adentro significa para los científicos certeza de tsunami. O en el caso de los saqueos y problemas de inseguridad, la tardía declaración de zona de catástrofe y la presencia de militares y fuerza pública en las calles (domingo, 15:00 horas)
No deja de ser paradojal que a Concepción, antes que la ayuda en alimentos, agua y equipos médicos, primero llegaron los militares a ocupar la ciudad para aplacar el caos.
Hoy se inició la cruzada solidaria “Chile ayuda a Chile”, sin público y sólo transmitida por televisión a todo el país. Eso, para las ciudades y barrios que tienen electricidad. El subsecretario del Interior declara que se ha repuesto completamente la energía eléctrica en la ciudad de Santiago y en la mayor parte del país. Desde hace 5 días tengo alojado a un amigo cuyo barrio completo cayó en el triangulo de las bermudas de la estadística; sin agua, sin luz. Si me he visto atrasado en estas crónicas justamente es porque la solidaridad me obliga a compartir el computador con mi amigo.
Más allá de responsabilidades y culpas por lo hecho o dejado de hacer, la frase de Lamarca hoy es inversa: Las cagadas quedan, luego viene la prisa funcionaria y en el día de hoy, la destitución del Director del Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (SHOA)