Sueño

El aroma a hierba sobre tierra recién llovida, atrajo a su memoria la noche en que su piel sufría sudoraciones gélidas, lento respirar y creyó sentirse despojada de su apariencia corpórea por un torbellino; su ligereza le permitió viajar sin separarse de la tierra. Su pie derecho parecía un áncora en el piso, mientras el izquierdo posaba sus grandes dedos en una barca bicolora, con forma de luna menguante.
El cauce la llevó a una cascada que parecía entonar una alabanza: “Heruin” “Heruin”…el murmullo se convirtió en un alegre canto que no emanaba de la caída del agua, sino de las voces de toda la gente que se encontraba detrás de los pomares, enroque de aquella enorme puerta líquida. Su sonoridad le recordó la canción que le susurraba su abuela Melina cuando ella se sentía triste.
Un 23 de junio de un año de su infancia, preámbulo al día de San Juan, no hubo sol; su abuela balbuceaba sin cesar aquella entonación para generar vida en la habitación donde jugaba. Bertha le pidió que le dijera qué significado tenía la canción que con tanto fervor entonaba. Melina le confesó, que era un poderoso conjuro para atraer la bendición del Sol sobre los hombres, los animales y el campo. No era bueno que estuviera nublado el clima, augurio de inundaciones y mala cosecha.
La gasa blanca y negra, que disimulaba la pálida y bien contorneada figura de Bertha, parecía una representación del equilibrio entre el día y la noche. La palidez de su piel era enmarcada por una bruñida cabellera rizada y enormes ojos almendrados, que se posaron en el saco que la acompañaba en la barca.
(Continuará…)