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Inicio / Cuenteros Locales / carolina52 / La niña de cabellos verdes

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Se decía antiguamente que en lo más profundo de los mares habitaban tritones, sirenas, dragones de agua e incluso ondinas. Todas estas historias y anécdotas la contaban nuestros abuelos desde el principio de los tiempos, y pasaban de generación en generación hasta hoy en día. Decían que en un tiempo hubo una gran revuelta entre los tritones y los dragones de agua. Las querellas constantes entre ellos hicieron que las especies marinas huyeran a otras zonas geográficas, y las sirenas desaparecieran misteriosamente del mar. Algunos decían que estas huyeron hacia las islas y se convirtieron en hermosas jóvenes desconociendo completamente su origen y procedencia. Finalmente las ondinas también huyeron, y pocos la veían, en especial los humanos ya que estas no confiaban en ellos.

Luis vivía en una pequeña isla del Pacifico con su familia. Su grupo familiar estaba comprendido por sus padres, abuelos y su extraña hermana Isabel. Isabel tenía apenas 7 años mientras que él ya se encontraba entrando a la adolescencia. Desde pequeño la recordaba con esos cabellos de color verde esmeralda que hacían juego con sus ojos azul celeste. Luis siempre la protegía incluso de los muchachos más grandes ya que se burlaban constantemente de sus lindísimos cabellos verdes.

Sin embargo Isabel desde pequeña fue una niña muy solitaria. Le gustaba pasear en la playa todas las tardes, y disfrutaba sentir el viento al mover sus cabellos. Los pescaderos no se metían mucho con la niña porque al parecer les daba mucha suerte con la pesca. Los más viejos de la aldea la querían tanto que se la llevaban de paseo en sus lanchas en la media tarde, y inexplicablemente en temprana horas de la madrugada obtenían los mejores pescados de la temporada.

Lo cierto es que Isabel se escapaba en las noches para escuchar las olas del mar. Sus padres ya estaban acostumbrados, así que no se preocupaban. Sin embargo todas las noches Luis la vigilaba por si se perdía en el camino.

Desde muy niño sus padres le habían dicho que Isabel era su hermana, y que Dios los había bendecido con su llegada. Pero Luis sabía que había algo diferente en ella. Una noche la siguió al acantilado, y cuál fue su sorpresa, su hermana estaba conversando con un grupo de delfines. Todo era muy curioso. El solo escuchaba el chillido de los delfines mientras que su hermana parecía entender todo lo que decían.
- Hola Chapotin. Tenía tiempo que no te veía- Le decía dulcemente la niña.
- Tienes que venir con nosotros- le dijo el otro delfín.
- No puedo, tengo mi familia y ellos me quieren mucho – le respondió Isabel
- Tarde o temprano se van a dar cuenta de que tú no eres igual que ellos, y te pueden hacer daño. Tu hermano no te va a proteger siempre- le dio Chapotin.
- Por cierto, hablando de humanos, nos tenemos que ir. Es muy sospechoso que nos vean conversando contigo todas las noches. Tienes que tomar una decisión. Te esperaremos por poco tiempo. Tu destino es estar en el mar. _ Le dijo el otro delfín.
Isabel se entristeció, pero sabía que tenían razón. Por los momentos su hermano lo protegía, y contaba con el cariño de los pescadores, pero no siempre seria así. Escucho un ruido detrás de unos matorrales y vio a su hermano.
- ¿Estabas hablando con esos delfines?- Le pregunto Luis extrañado.
- No exactamente. A los animales les gusta que le conversen, sobre todo a los delfines- le respondió con tranquilidad Isabel.
- Isabel ten mucho cuidado. Puedes pasar por loca si sigues escapándote en las noches- le dijo Luis
- Yo no estoy loca. Simplemente me gusta el mar- dijo molesta Isabel
- No te molestes, vamos a buscar unos caracoles, y cangrejos para comerlos en la cena. Es una buena excusa para que nuestros padres no se preocupen - Le respondió Luis.
Isabel le dio la mano a su hermano, y empezaron a buscar cangrejos. Después de las 6 de la tarde se asomaban siempre a la superficie así que pudieron llevarse una gran cantidad. Sus padres se pusieron muy felices cuando los vieron a ambos.
- Estábamos muy preocupados. Esa Isabel si es traviesa- Dijo su padre sonriendo
- Menos mal que Luis no la abandona nunca- dijo con tranquilidad su madre.
- Bueno, vamos a comer- dijo Isabel
- Sí, tengo mucha hambre- dijo la abuela.
Después de comer, mientras que Isabel arreglaba la cocina, doña Maria se le acerco a Luis. La vieja estaba muy preocupada.
-Luis, ¿Has visto a Isabel comportarse extrañamente últimamente?- le pregunto su abuela
- No. ¿Porque lo dices?- Le contesto Luis.
- No te hagas el inocente. Tu sabes muy bien que ella no es igual que las otras niñas. Un día va crecer y su destino la va llamar- le dijo la abuela.
- Pero, abuela. ¿Que puede pasar? – Le pregunto Luis
- De verdad no sé hijo, pero me parece que Isabel es uno de esos niños perdidos del mar.- Le dijo su abuela.
- Sabes abuela, hoy la vi hablando con unos delfines. Me pareció todo tan extraño – le comento Luis a su abuela.
- Dentro de poco tiempo nos dejará. Tienes que dejarla partir. Yo sé que la quieres mucho. Pero nadie es propiedad de nadie, ni siquiera nuestra propia familia- le dijo cariñosamente su abuela revolviéndole sus cabellos.
- Tal vez tengas razón- le dijo con tristeza a su abuela.
Lo cierto es que el tema no se volvió a tocar, y Luis tenia la esperanza que todo siguiera igual y de alguna manera Isabel con el tiempo abandonara esa afición tan grande por el mar. Pero no ocurrió así.

El tiempo fue pasando e Isabel se convirtió en una hermosa mujer. Sus cabellos verdes olían a flores frescas temprano en la mañana. Tenía mucho pretendientes, pero ella no estaba interesado en ellos. Luis se casó y formo una familia. Ya tenía dos hijos. Se llamaban Carlos y Enrique. Vivía cerca de sus padres. Siempre estaba pendiente de Isabel.

Pero como el amor llega inesperadamente, Isabel se enamoró perdidamente de un pescador que vivía del otro lado del pueblo. Ella lo esperaba todas las noches y se ponía su mejor vestido para recibirlo. Salían a pasear a orillas de la playa. Isabel sentía que había algo extraño en él.
-Tengo que decirte algo- Le dijo Pedro.
- Te escucho- le respondió Isabel tocándose coquetamente su cabello.
- Yo vine a buscarte. Pero, nunca me imagine que al conocerte me iba a enamorar de ti.- le confesó Pedro.
- ¿Que quieres decir?- Le pregunto Isabel
- Tú y yo somos unos de los pocos sobrevivientes que quedamos del mar- Le dijo Pedro.
-¿A qué te refieres?- Le pregunto Isabel
- No te parece extraño que los delfines sean tan amables contigo, y que puedas hablar con ellos- le dijo Pedro.
- Eso lo hacían hace tiempo. Ya no los he vuelto a ver- le dijo Isabel.
- Y no te has preguntado porque los pescadores tienen siempre peces cuando te encuentras en su compañía- le dijo Pedro.
- Bueno, ¿A dónde quieres llegar? Le dijo ya fastidiada Isabel
-Tenemos que volver al mar. Algunas sirenas nos esperan- le dijo Pedro.
Isabel estaba muy enamorada de Pedro, pero todo eso la asustaba mucho.
-No te asustes. Nada te va pasar- le dijo Pedro.
-Te acompañaré, pero tengo que despedirme de mi familia, especialmente de Luis- le dijo Isabel
-El solo es un humano- le dijo impacientemente Pedro.
- Siempre me ha protegido, y me ha cuidado, incluso cuando los demás no me miraban bien por estos cabellos verdes. Y siempre me respeto mis escapadas en las noches- le conto Isabel
- De verdad es diferente de los demás humanos- le dijo Pedro.
Esa noche Pedro e Isabel fueron a la casa de Luis, y le contaron todo. Luis sabía que ese día llegaría.
- Entonces no te importa que me vaya- le dijo Isabel a su hermano
- Hermanita, yo sabía que este día llegaría. No te olvides de nosotros- le dijo su hermano.
- Eso me tranquiliza, pero te voy a extrañar - dijo Isabel.
- Yo también. Pero es tu destino. Tu también tienes que formar tu familia- le dijo sonriendo Luis.
- Trátala y cuídala mucho- le dijo Luis a Pedro.
- No te preocupes- dijo Pedro abrazando a Isabel.

Después de cenar se fueron Pedro y Isabel agarrados de la mano al mar. Allí los esperaban los delfines. Al adentrarse en el mar Isabel se convirtió en una hermosa sirena y Pedro en un tritón con una larga cola. Isabel miraba hacia atrás, y veía todo lo que dejaba, su hermano, su familia, y su querida isla.
En ocasiones Luis sale de paseo con sus hijos en la orilla de la playa y le parece ver en la distancia una bella sirena de cabellos verdes, chapoteando en alta mar, y se siente feliz porque Isabel volvió a donde pertenecía, y además lo más importante, había encontrado alguien que sinceramente la quería.

Texto agregado el 05-03-2010, y leído por 331 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
21-03-2010 Hermosa historia...te felicito.***** anablaumr
16-03-2010 Es un mágico relato. Un cuento lleno de ternura, bello, tierno e infantil. Noguera
08-03-2010 Preciosa tu historia:maravilla de hermandad entre los humanos y la naturaleza y el mar...Asi, procede un mayor respeto hacia el oceano y sus criaturas... Por cierto, y hablando de sirenas... Dos pescadores gallegos, de faena y en su barca...Capturan una hermosa sirena. Uno de ellos, la sube a la barca, la mira, la remira y la lanza de nuevo al mar... Y el compañero le pregunta: ¿Y por que?.... Y el otro le contesta:¿Y por donde?.... Saludos y estrellas. emiliosalamanca
06-03-2010 Es muy bello tu cuento de la chica de cabellos verdes. /// Aunque no te lo creas en esta página había una chica así; Ella se llamaba Pagoan pero ya no la veo. logan5
06-03-2010 extrañaba tus relatos que siempre me asombran divinaluna
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