Creo que nunca más visitaré los sitios turísticos que se refieren a Chile y que se albergan en Internet. Me explico. Hace un tiempo, mucho antes que el volcán Chaitén vomitara toda su furia en el poblado que domina, me encontré por casualidad con una página en la cual se mostraba la belleza natural del lugar, sus bondades y la oferta hotelera para los visitantes. Quedé fascinado con la descripción de tan idílico lugar y creo que lo comenté con alguien.
Pero, no transcurrió un mes antes que el volcán impusiera sus términos y arrasara la zona con un manto de cenizas. Todo quedó destruido, pese a la porfía de sus habitantes, que no renunciaban a abandonar tanta maravilla paradisíaca.
Hace menos de un mes, revisaba la carta turística de Pichilemu, sus playas aptas para el surf y una infraestructura generosa para albergar a potenciales viajeros. Una vez más me sorprendí con esas playas anchurosas y la flora y fauna existente, además de sus tradiciones y su particular historia aristocrática.
Una vez más, como una funa del destino, irrumpió el terremoto con sus tambores macabros y con los resultados ya conocidos. Pichilemu fue arrasado por partida doble, ya que un maremoto terminó la tarea que el brutal movimiento sísmico había hilvanado.
Chaitén es hoy una ciudad fantasma, un cascarón ceniciento que nunca más podrá ser habitado. Pichilemu, renacerá después del evento, pero el dolor se quedará entronizado en sus arenas.
Yo, por mi parte, me comprometo a no revisar nunca más esas tan atractivas páginas turísticas…
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