El tiempo fue crucial para que emergiera de las aguas heterogéneas la verdad que se ocultaba. Nació para aprender a ser en el espacio, conocida a partir de ella y amada intensamente desde el silencio. La calma llegó después de algunos años y por primera vez se supo bella, libre y deliciosa. La paz se mezcló por sus entrañas y se colmó de conocimiento sobre las habilidades que había albergado con recelo y alimentado desde su nacimiento. Y recién ahora se reconocería entre la multitud.
Iría contra los postulados de adaptación natural, no vendría a reproducir los genes, no optaría por una estrategia de legados sino aliento a los menos complejos y completos en el semblante conductual. Moriría sola, sin que la cuiden, la visiten, la piensen. Con eso la atemorizaron. Pero había nacido rebelde, completamente diferente a la cadena de significantes que definían su trayecto cada año que pasaba. Ella creyó cada palabra, parecían sabias y fundamentadas desde la objetividad de la masa social que se estructura sobre cimientos de historia vivida y que se renueva siempre “para bien”.
Que falacia, la estructura tenía un hoyo que nos vedaron desde borregos. Ella despertó de aquella historia represora y determinista. Su sangre la empujo sobre los opuestos y le enseño callada el curso del rio. Hubo que saltar algunas piedras, a veces, hubo que reforzar las creencias, pero conocerse fue lo más bello y duro.
Renegar de la naturaleza de las cosas ha implicado sufrimiento para muchos, para ella también desconocía la cuota real de aquellos engaños. Por primera vez se quiso, creía en la imagen que el espejo le devolvía. Criatura delineada, menuda, caucásica, inmaculada, niña, adorable espécimen.
Hubo que caminar por senderos inciertos, senderos que se marcaban al caminar. Las plantas de sus pies la guiaron, descansaron con ella y hoy enjuaga sus pies con detenimiento.
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