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EL MENDIGO Y LA CALAVERA II
Victor, era como si hubiera nacido adulto. No sabía de donde venía, no tenía recuerdos de niñez; un buen día despertó y era un indigente habitando debajo del puente, sin embargo, en algún lugar de su mente, tenía conocimientos que afloraban naturalmente, por ejemplo: podía leer y escribir y sin saber como, la ciudad le era familiar. Tampoco, conocía su nombre. Había escogido Victor, por “Los Miserables”, libro que encontró en un basural y después de leerlo, se convenció que, para poder escribirlo, Victor Hugo, tenía que vivir o había vivido en la calle.
En el Registro, preguntó por la propiedad y por respuesta le entregaron unos números, que correspondían a folios de varios gruesos y antiguos libros.
Después de varías horas, pudo descubrir que la casa la construyó una familia de origen español, dueña de varias minas de oro. Esta familia, mantuvo la propiedad del inmueble por varias generaciones, hasta el último terremoto hace treinta años. En esa tragedia, desaparecieron los últimos descendientes. Bajo los escombros, encontraron a toda la familia: la dueña de casa, una abuela, un bebé, dos niños y la servidumbre, excepto al jefe de familia, que se esfumó sin dejar rastro; algunos decían que, había aprovechado la oportunidad para escapar de los acreedores y otros que estaba muerto. La casa, deshabitada desde entonces, se deterioraba lentamente, como el cascaron de un barco lanzado a tierra, por una ola gigante.
Anotó los nombres de todos los miembros de la familia, que figuraban como propietarios, su próximo paso era el registro civil, establecería el genograma de la familia, sabría si había alguien vivo y sus respectivas direcciones.
Esa noche, Victor presa de una extraña atracción, como un autómata, se dirigió a la casa. Una vez adentro, escuchó pasos en el segundo piso y subió. La habitación del fondo tenía la puerta entreabierta, escapándose de allí una luz. Luz, que no era de fuego, sino más bien, de bombilla eléctrica.
Con el corazón dando brincos, como un brioso corcel dentro de su pecho, se acercó sigilosamente; miró por la abertura de la puerta y no pudo dar crédito a lo que sus ojos vieron: la habitación era la de un bebe, en perfecto estado, con decoraciones de ángeles y osos de peluches, pintada de color azul pálido y una cuna con un niño que dormía plácidamente.
Creyendo soñar, se pellizco para despertar y concluyó que, debía entrar para asegurarse de la realidad de su visión. Cuando se disponía a hacerlo, vio a un hombre adulto, acercándose a la cuna con actitud paternal y al pasar frente a la puerta giró su cabeza, clavando los ojos en Victor quien, se paralizó de miedo, al sentirse traspasado por aquellas gélidas pupilas de verde intenso.
Victor tragó saliva, intentó huir por el pasillo, pero una de las tablas del piso cedió. Aterrizó en la planta baja, sobre un montón de basura; envuelto en una nube de polvo corrió despavorido, hasta alcanzar la seguridad de la calle.
Vagó por varias cuadras, tratando de poner en orden sus ideas, no entendía nada, ¿estaría enloqueciendo?, se preguntaba. De pronto, su imagen se reflejó, en el vidrio de una ventana, parecía una aparición; totalmente cubierto de polvo, la ropa rota y una pequeña herida en la frente, se acercó al vidrio para examinarla más de cerca, y su mirada se topó con sus propias pupilas coloreadas de un verde intenso…
Un año después, Gutierrez, ojeaba en el cuartel el periódico, seguía muy de cerca todas las noticias aparecidas en la crónica roja, sin embargo, lejos de esa sección, encontró una que llamó poderosamente su atención, reconoció la persona fotografiada en el diario. Como olvidar a la persona que tuvo la osadía de presentarse borracho en la Estación de Policía, esa situación, ya formaba parte del anecdotario de la unidad. Ese sujeto, decía el diario, había resultado ser un heredero perdido. Un golpe en la cabeza y el trauma de ver a su familia muerta, durante el último terremoto, vaciaron su mente. Ahora, las noticias anunciaban la restauración del palacete, al sur del parque, y contaban una delirante historia, sobre la recuperación de la memoria del millonario que fue un indigente por treinta años.

Texto agregado el 04-03-2010, y leído por 116 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
17-08-2010 Magnífico. Excelente cuento. Con todos los condimentos de suspenso y con un final impredecible. Me ha gustado mucho 5* Catman
 
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