No se por qué empiezo a contar esta historia pensando que quien lea esto es un anónimo, casi tanto como yo, casi tanto como alguien o algo que no existe. Eso es lo único que me lleva a hacer públicos estos sentimientos, tal vez sea solo la necesidad de contarlo pero no de hablar con alguien, como si en el cúmulo de personas que pudieran leer esto, aquello que es secreto y que debe mantenerse como tal, continuase siéndolo por una razón simple, no soy nadie y aquel que se sumerja en este relato tampoco, pasa a ser parte de este infinito, todo queda sumido en el vacío, en la nada misma que simplifica al todo lo que puede ser, y aunque sea irónico el total de la situación se mantiene.
Hay historias desgarradoras, esta es solo una mas, por esa misma razón, este relato no tiene personajes, ni lugares, ni tiempo, se trata de sensaciones que reproducen instantes de cada instante de una vida real o ficticia.
Llevaba negro, como la muerte misma, como el oscuro mismo, como la no luz. Llevaba rojo, como la sangre, como una rosa, como 20 silencios en un segundo, como sonidos que atormentaban a su cabeza, como imágenes difíciles de borrar. Llevaba blanco como la luz, como un reflejo, como todos los colores juntos así era.
Tenia miedos que golpeaban en su pecho a cada instante que pasaba, tenia temores de no saber cuanto iba a durar su sanidad, si era acaso una estrella que estaba muriendo o una galaxia en formación.
Quería “ser grande”, se vio llorando en una habitación en silencio y se dio cuenta, la niñez había quedado atrás, le habían robado elecciones y promesas de un futuro, un futuro contado ahora por una voz ausente, como esta que relata su historia.
Cada noche rezaba al sueño, cada mañana despertaba con un día más entre sus dedos, con una palabra todavía no definida para explicar eso que le sucedía a cada instante, hasta el diccionario parecía quedarse corto a pesar de sus cientos de palabras, los ojos eran pequeños para visualizar aquello que su mente le acusaba.
Gritaba ayuda con cada susurro gentil, en cada gesto envolvía pequeñas sutilezas, para que alguien viera que a través del cristal roto también se puede ver.
Aunque estirara por completo su cuerpo, no alcanzaba esa pequeña respuesta que parecía buscar. No sostenía con sus pies a la vida, lo hacia con las preguntas a las que a cada momento les volvía a dar oportunidades para que se expliquen.
Era negro, era rojo, era blanco, era todos los colores y uno más, aquel que la vista normal no percibe, era ese color que no se imagina, ese que no fue descubierto, era ese color y todavía uno mas. |