La noche antes, digamos al atardecer, hubo un silencio grande, pero de esos que no se escucha nada, pero nada... ni un soplo de brisa, esa que trae el frescor desde el mar... nada, así como antes de un temblor... yo me preocupé, pero no quise decirle a nadie, para no asustarlos, para qué, si no era seguro...
¿Y sabes?, que durante el día las gaviotas vinieron a dar vueltas y vueltas, sin pararse en los techos, y gritaban, pero no con el chillido de siempre, eran unos graznidos espeluznantes, que daban miedo... y los gorrioncitos, que siempre vienen a patio, desparecieron, el sábado llegó uno solo, huerfanito, que andaba todo perdido, y después ya no lo vimos más...
Fue un temblor mucho más fuerte que el del año sesenta, yo era niña, pero me acuerdo, se me quedó todo grabado, y el de ahora fue peor. Fíjate que primero empezó a moverse para los lados, nosotros nos sujetamos del cuadro de la puerta, como siempre, y de repente cambio de sentido, más fuerte y de atrás para adelante, hasta que al final empezó todo a saltar hacia arriba, ahí empezaron a caerse las cosas... y ese ruido... que venía de adentro de la tierra... como si fuera un embudo que estuviera aspirando todo, yo creía que la casa se iba a hundir, y no terminaba nunca... fueron dos minutos que duraron una eternidad...
Y sabes que no nos pasó nada en los pies, porque no alcanzamos a ponernos zapatos, y caminamos por encima de los pedazos de vidrio, porque se cayeron floreros y otras cosas, y como no había luz no veíamos nada, y fíjate que nadie tuvo ni un solo rasguño...
Por suerte yo había dejado agua la noche anterior, como siempre... todas las noches dejo botellas con agua, y también junté agua en un tiesto redondo grande que tengo. Eso nos ayudó, además con los vecinos intercambiamos cosas, así es que pudimos arreglárnoslas bien.
Y hoy por fin nos llegó el agua, por fin pude darme una ducha, fría, claro, daba grititos de tan fría que estaba, pero feliz. Y lo mejor, por primera vez llegó la brisa de nuevo, que alegría poder sentir de nuevo esa frescura en la tarde, y escuchar el rumor de las hojitas en las ramas. Seguro que los pajaritos también van a volver.
4 de marzo de 2010
Texto basado en la conversacion con una amiga muy querida de Concepción
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