Salió de casa, el banano ajustado a la cadera, la guitarra en la espalda y en los audífonos sonando "This is the one" insesántemente en la voz de Ian Brown.
Necesitaba cambiar de aire, tomó la micro y se dirigió con todo lo que pudo al otro lado de la ciudad, a ese cerro donde no hay tantas personas como en el Santa Lucía o el San Cristobal.
Sabía que todo lo hacían por él, por eso salió, con el humor de perros que tenía en ese momento no quería hacerse responsable si respondía cualquier grosería... en fin. Cuando alguien está triste, cuando alguien se muere y punto, los que se preocupan por ti solo tratan de alegrarte, te tocan el hombro y te miran con incomodidad evidente, nadie está preparado para eso realmente, no sabes que decir, pero no quieres no decir nada, sus palabras son dulces, pero vez sus dedos temblar.
La gente no sabe bien que hacer para confortar a alguien, es normal, se intenta subir el animo lo más rápido posible, así que tiran tallas y hablan con rapidéz anormal, te toman las manos o te acarician la cara, entonces te entran ganas de llorar, pero no lo haces. No quieres al menos, no ahora, por que todos siguen hablándote de él.
Llegó a un claro, se sentó bajo un almendro frondoso y cargado, la brisa le daba en la cara mientras tocaba la guitarra, eso es lo único que necesita ahora, música que ocupe su cabeza en vez de malos pensamientos, cuando se calme ya hablará de eso luego, ahora quiere alguien que se siente a su lado, y guarde silencio, ese que tanto le gusta, el silencio confortante del que no necesita palabras para hacerte saber que está ahí, te tome la mano, y puedas llorar con libertad. |