El cielo gotea,
la suspende en la ruta,
un derrumbe de vidrios
es hoy su corazón.
Es paloma y es cuervo,
contempla las costuras,
que en la cintura lleva
su madre,
fuego y sol.
Hay una puerta incierta
que siempre esta cerrada,
amenazando el día
las venas y el alcohol.
Un segundo en sus ojos
puede dejarte mudo,
narcotiza el arrullo
y así escapa de Dios,
repicando su infancia
se desnuda en las sombras,
la luz la deja ciega,
porque sopla el dolor,
su vestido rosado
resalta la negrura,
de sus manos gastadas
de arañar la ilusión.
Su boca es una mueca
resignada y absurda,
vagando en una mezcla
de cadenas sin voz,
susurra en sus mejillas
una súplica ingrata,
no sabe del abrazo
sin la putrefacción.
Las tinieblas invaden
su cuerpito pequeño,
tan quieto y sepultado
trágica religión.
Arrastra su cordura
como quien tararea
una canción lejana
que una vez escuchó.
Sucia espera la niña,
una caricia eterna,
prisionera del hielo
murmura un tenue adiós.
Y se aleja la niña
sepultada en arena.
Un agujero en su nuca,
el cielo que gotea
es su fiel confesión…
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