Crónicas de NeweN
No hay ropa para este creciente otoño
y menos, menos para el próximo invierno.
Y sin zapatos cómo vamos a dar la vuelta
al mundo, a tanta piedra en los caminos?
Sin mesa dónde vamos a comer,
dónde nos sentaremos si no tenemos silla?
Si es una broma triste, decídanse, señores,
a terminarla pronto,
a hablar en serio ahora.
Después el mar es duro.
Y llueve sangre.
Pablo Neruda (El barco 1959)
Martes; ya sólo los periodistas deportivos llevan planilla y estadística de cuántas horas o minutos han transcurrido desde el terremoto, como si fuera un partido de fútbol donde los goles en contra sea el número de muertos. Es el tercer día que escribo no pensando, solo alimentado por las noticias, por las entrevistas de periodistas de todos los medios, donde enfrentan a mujeres o niños con la ropa destrozada y la cara de tragedia, Mis colegas preguntan: ¿Dónde estaba usted en el momento del terremoto? Además, tienen el beneficio de la doble tragedia. ¿Dónde estaba cuando vino la ola? Y como a nadie le falta Dios, el periodista confía en que hubo más de una ola, vuelve y arremete; ¿cómo se salvó?
Entiendo, yo escribo y borro cuando cometo errores, ellos improvisan frente a la cámara o el micrófono. La esencia está en sentir cuándo se cometen errores, si se pone la tragedia frente a la cámara el periodista espera que su nota del drama dure en el aire lo suficiente para que aparezca el crédito con su nombre bajo la imagen. Lo que no saben ellos es que las víctimas tienen la misma cara, se parecen unos a otros, se traspasan el dolor y espectadores como yo hemos visto tanta cara, tanto dolor que lo único que se espera es algo que sorprenda. Tal vez la escena de película gringa donde sale el sobreviviente entre las llamas, y lo abraza el pueblo entero.
Tengo en la retina la cara de la mujer que marginada, viviendo en el cerro frente al balneario y no al borde de la playa como el resto de su familia, acogió a todos en sus terrenos. Las imágenes muestran casas derruidas de adobe por el terremoto, y casas de madera arrastradas por el tsunami, pero mi querida amiga fue como el cerdito del cuento, construyó en madera lejos de las aguas, acoge a su familia en sus terrenos, y extiende la invitación a todos los que quieran dormir en el cerro. De ella me alimento. Gracias lamngen. Yo he leído cuentos y me alegro de la solidaridad de esta mujer, además de cuentos, leo rostros y sé cuando se miente.
Al escribir esta crónica me han pasado cosas no pensadas, por ejemplo, correos de amigos y amigas que preguntaban por mi salud y la de mi familia. Algunos vendiendo velas y rezos por Chile y los chilenos, otros yendo a la raíz del problema y se agradece a todos por solidaridad, ensibilidad, inteligencia y razón.
En la primera crónica hablé de mi mujer, con la cual sigo legalmente casado y tengo tres hijas. Por Messenger (pues vive en otra ciudad) me dice “todos están nerviosos con las noticias del sur. Como que el vandalismo se va extendiendo. Yo supongo que es gente que ha estado marginada toda su vida, y que no se siente parte de nada”. Y tiene razón, nada les pertenece, no han sido invitados a nada, ni siquiera a saber para dónde van sus vidas y este país. Han estado por décadas sin participación alguna, sin proyecto común más allá de que Chile llegue a ser un país desarrollado e idealmente, justo. La presidenta goza de una popularidad nunca antes vista para un presidente que deja el mandato, y su Ministro de Hacienda cada cierto tiempo anuncia que la economía chilena está blindada frente a la crisis, que los fondos alcanzan a miles de millones de dólares. Todo esto, como si fuera una administradora de fondos de pensiones AFP, que envía la cartola a sus afiliados.
El presidente electo, empresario multimillonario de derecha, hace las veces de edecán de la todavía presidenta en ejercicio. Será él quien deba enfrentar la reconstrucción y con ello esquivar las promesas electorales de crear un millón de empleos, cosa del todo imposible, más aún si la población desempleada alcanzaba a 800 mil personas. Será por el cambio de gobierno que el actual da muestras de exagerada prudencia al solicitar ayuda exterior a otros países y organismos. En el terremoto del año 60 y 85 no toda la ayuda exterior llegó a los damnificados, mucha se quedó atascada en los bolsillos de quienes gobernaban.
Hoy mi hija me dice que quiere ir de voluntaria a trabajar a Concepción, que ella y mi otra hija se inscribieron en “Un techo para Chile” cuya tarea hoy es sólo remover escombros, que necesita preguntar de esquina a esquina por sus amigos.
Y yo sólo atino a pensar, “querer es poder” Si se quiere algo, se toma, se construye ya sea en el error o el acierto. Error es preguntarme a mí, a alguien tan triste que no atina a nada más allá que dar confianza.
Una de mis hijas me envía afiches maravillosos donde dice, “Chile reconstruye unido, Trabajos voluntarios, reconstrucción de la zona asolada por los sismos”. Y la gráfica me parece tan conocida y añeja, tan echada de menos. Y claro, es de mi segundo terremoto, el del 71, donde estaba Salvador Allende como presidente, donde había lo que hoy hecho de menos, la confianza, el protagonismo de los entrevistados. Son ellos los que cambian el mundo, los sencillos como decía Neruda. Se me asoma la cara de un hombre en una entrevista en televisión, donde agradece a un pobre periodista que enviaron al epicentro de Dichato, 8ª Región, y expresa ante cámaras su agradecimiento porque el periodista es la primera “autoridad” que llega a la zona. Pobres hermanos sureños, tan cerca del epicentro y tan lejos de la capital.
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