En la bruñida faz de los espejos miro mi tez difusa en la ventana mientras la tenue luz de la mañana tímidamente ensaya sus reflejos. Un tropel de turpiales y vencejos renovando su ruta cuotidiana pasa junto a la torre toledana de la augusta mansión de los Montejos. Viendo caer la lluvia mansamente pienso en mi soledad y nuevamente vuelvo a sacar del baño la barbera. Y a las razones locas del suicida les respondo de nuevo que en la vida nadie sabe mañana qué le espera.
Texto agregado el 02-03-2010, y leído por 183 visitantes. (2 votos)