La brisa, condescendiente,
muestra vestigios del futuro.
Trae el sabor del misterio,
difuso y volátil,
pues no pertenece aún.

Nuestros itinerarios se encuentran
a pesar se ser dos seres vacilantes.
En esa concreta maravilla
los dos renacemos entonces.

La memoria se afina y se yergue
y crea pequeños milagros.
Los errores ya cometidos
ahora nos acercan, sin pausa.

El diálogo que ya se genera,
en momentos que pocos lo hacen, lo sabemos,
llega sin dudas a estremecer,
pues nace algo espontáneo.

Diríamos, sin temor a equivocarnos,
que resulta natural,
verdadero en su génesis
y , aún, valedero.

Sus ecuaciones se proyectan
y se asoman casi exaltadas.
Las luces, en su girar,
corren las sombras.