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EL TATUAJE DE LA MARIPOSA


En la víspera de la boda, al atardecer del llamado "día de la consagración", el hechicero tiñe las manos y los pies de la novia con el polvo de las hojas de la alheña y tatúa en su pubis una pequeña corona como símbolo de la virginidad consagrada, con dos alas de mariposa perfectamente dibujadas a ambos lados de la vulva, recordando que esa virginidad, en breve, será solamente un pasado. Los músicos componen acordes durante todo día y noche para acompañar la presentación y entrega del ajuar.

En el centro de la plaza ya está dispuesto el estrado donde el novio recibirá a su esposa según los ritos establecidos por los ancestros; y luego los artistas continuarán con el espectáculo. En torno al mismo están las esteras para los invitados. Los familiares directos tienen reservado un lugar de honor: largos caballetes con sillas alrededor situado en lugar estratégico, desde el cual puedan ponerse a salvo a la primera señal de peligro. Las comadronas cubrieron con guirnaldas de flores los postes de luz y decoraron el sitio con belleza singular; pero el aguardiente ya se viene probando como agüita para calmar la sed.

Y como si fuese poco, al padrino de la boda tiene dispuestos unos barrilitos de ginebra y vodka. ¡La temperatura va en aumento! Nadie ha sabido anticipar nunca el momento justo en que la emoción degenere en reyerta. La última vez que se celebró una fiesta similar, como venidas del firmamento, varias varillas de cohetes cayeron sobre la audiencia sin previo aviso, las sillas volaron sobre las cabezas y principió lo algarata. Igual que en todas las celebraciones, en algún momento, súbitamente, hará aguas la
fiesta.

Un danzón suena de trasfondo con un ritmo alucinante que entona la banda local, aunque con un tono que ya refleja el efecto del alcohol en los músicos, y entre algunos cuantos asistentes. Los acordes de "La novia apasionada" hacen estragos, con su letra chocante, entre los presentes. Se escucha la misma canción una y otra vez, hasta que un cohete de varilla larga irrumpe con una explosión súbita y pinta en el cielo miles de rosas de vivos colores. Es la señal que presagia la llegada de la novia...

Una voz ronca, insultante, pronto sacudió la música y el jolgorio
-¡Esa novia está de madre!, se escuchó decir.

La respuesta no tardó en llegar.
-¡Madre la tuya!

-¡Qué muestre el tatuaje! ¡Qué muestre la mariposa!, -Insistía alguien desde algún lugar.

El vozarrón amenazador y provocativo del novio sonó como un rayo disparador:
-¡Hijo de su madre tenía que ser!

Apareció un palo, el segundo, tercero... Antes que los distraídos levantaran la cabeza el tornado ha estallado, y vuelan los porrazos por doquier.

En el mismo medio de la plataforma la novia, achucharrada se protege en su padre, hombre de pequeña estatura, de bigotes grandes y carácter agrio; con fama de haberse llevado a dos o tres por delante en provocaciones menos violentas. El novio, con el sombrero hasta las orejas, exacerbado y fuera de sí, con una botella de vino vacía en la mano la levanta sobre la cabeza de un fornido mozo; el de voz gruesa, el mismo que iniciara la refriega con adjetivo sobre el estado físico de la novia.

La necesidad de desahogar, vaya uno a saber qué terribles frustraciones, se apodera compulsivamente de ellos ante la indefensión del alcohol. ¡El espectáculo es alucinante! Entre los reflejos de luz se divisa un grupo de invitados golpeándose con lo que tienen a mano. Palos, botellas de cerveza y vino, vasos de barro, sombreros y hasta sillas vuelan como verdaderos proyectiles sobre los participantes de tan singular celebración.

¡Ni las guirnaldas se salvan!

La madrina salió jadeante de entre la pelea hasta caer en brazos del médico.
-¡Estoy herida! ¡Estoy herida!

-¡¿Ha sido en la reyerta?!, -pregunta el especialista algo entrado en tragos, también.

-¡No doctor! ¡Es entre la reyerta y el ombligo!, -y la pobre mujer se desmayó.


Nada falta aquí. La orquesta sigue su concierto sin parar ni un solo momento. Los acordes de "La novia apasionada" se confunden con la melodía desafinada de "La noche de la entrega"; piezas que los artistas ensayaron por semanas. El cantante, impasible, con monótona voz grita, más que canta:

"Me dicen el coyote
porque nadie me ha domado
esta noche serás mía,
no me hagas seguir llorando..."


La refriega está en su cenit. Se han rotos los faroles y el entrevero continúa en la oscuridad, solamente interrumpida por las luces de los fuegos artificiales que en estallidos iluminan la noche.

Pero la boda es solamente un recuerdo. Los novios, apresurados, escaparon de la escena en busca de hacer volar la mariposa tatuada…



Texto agregado el 22-06-2004, y leído por 2777 visitantes. (25 votos)


Lectores Opinan
02-10-2009 de 10 kimaten
28-04-2006 Bravo. Que no tengo sombrero, sino, me lo quitaría. Stelazul
16-02-2006 ***** zelia
17-06-2005 una lucha entre los valores arcaicos y esta forma de vivir tan lejana a las estructuras.-EXcelente relato entre comico y tragico.-Mis cinco estrellas para ustedes DOS.- Uncalido abrazo - Shellvy shellvy
27-05-2005 Maravilloso. Si, este tipo de fiestas pueden acabar asi, jaja. Me gustó mucho el estilo de narración. Os seguiré leyendo. Saludos. jabani
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