La plática que había sido social en aquel club, se hizo poco a poco privada, de tal manera que sólo quedamos él y yo. Yo un recién egresado, el todo un viejo lobo de los quirófanos. No podría explicar porqué me tuvo esa confianza, pues si bien es cierto, en muchas ocasiones habíamos transitado por los corredores del hospital, no era su íntimo, pues mediaban una clase social y una buena pila de años. Tal vez por los whiskies ingeridos, la soledad que todo varón lleva dentro, o quizá el deseo de ser escuchado. No lo sé, el caso es que después de que cada galeno habló sobre sus pacientes, sus errores , virtudes diagnósticas, la noche se hizo vieja y sólo quedamos no más de cinco. Dos de ellos hablaron de anécdotas picantes, en lo que no habían participado ellos, y él, de vez en cuando sonriendo decía Sí, me lo contó el primo de una amiga. Mucho después de la media noche, dijo, me acompaña con la caminera asentí con la cabeza, alcé mi copa y le dije salud. Ah mis colegas, son unas blancas palomitas, cómo no saber que debajo de la piel de un médico se esconden secretos complicados.
¡ Usted tiene uno?
Tengo muchos, cómo los que un día tú tendrás. Escucha:
De joven trabajaba como médico en una institución que ofrecía servicios de seguridad social y nuestros pacientes provenían de una clase social elevada. Un día, casi para terminar la consulta tocaron a la puerta. Era una prima. Pensé en aquel momento que quizá al ver mi nombre sobre la puerta, se había detenido a saludarme, pero grande fue la sorpresa, pues estrictamente hablando, era una paciente.
Una prima que convivía escasamente con ella, que tenía una gemela y siempre me confundía con sus nombres y rostros. Un defecto que por desgracia persiste.
El pariente tuvo varias mujeres y procreó con todas ellas. De tal manera que en reuniones familiares, ellas no asistían por obvios motivos. Yo tendría cinco o más años de edad que la gemela y las pocas veces que nos vimos, ella jugaba con niñas de su edad y yo con los varones.
La recibí con agrado. Pero independientemente del parentesco, era una mujer que solicitaba atención médica. Así que inicié la entrevista. Para mí era muy sencillo saber de sus antecedentes, pues por el parentesco eran también los míos. Ella tenía la piel y el color de una aceituna, un blanco moreno con grandes ojos y profundas y largas cejas que me hacían recordar a mujeres del desierto ¿Qué me contestaría?, ¿qué dijo? no recuerdo. Pero, algo, algo mencionó... algo pasó, que hizo que detonase mi deseo. Por supuesto lo dicho por ella también olía a complicidad.
Así que arreglamos una cita. Cuando contactamos, en vez de irnos a un café o parque, convenimos con los ojos, que no era saludable un lugar público así que fuimos a un motel.
Ambos sabíamos, lo hicimos y nos comportamos como cualquier pareja, o mejor dicho como pocas parejas. Pues lo prohibido motivó a que el deseo se fuese a la cúspide. Ella poseía un cuerpo formado, duro y gatuno, cuando sus piernas estaban a un lado de mi torso, o bien cuando ella me aprisionaba, decía " no sabes cuantas noches soñé que me tenias así y ahora que lo hago , pienso que es un sueño.
Estaríamos como tres horas y el descanso sólo era breve, así que dejamos de hacerlo, cuando el roce de nuestros sexos despertaba más dolor que placer. Ella se fue por un lado y yo por el otro... ya no hubo una segunda vez. Su familia emigró a una ciudad lejana.
Pero supo usted quién de las dos fue?
No. Y cuando en una ocasión convivimos, al verlas a las dos, nunca me atreví a investigar y preferí sólo defenderla como recuerdo.
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