Brayant e Isaac cabalgaban lentamente hacia el palacio. Sobre el rostro de Isaac se dibujaba una serena sonrisa a causa de las melodías crepusculares entonadas por la Madre Naturaleza, el viento ondeaba su negra cabellera al igual que la de Pesadilla, su montura. Brayant, en cambio, tenía puestos sus audífonos y se movía al ritmo de la música. Ambos amigos iban sumidos en sus pensamientos, Brayant tenía en mente tocar con su laúd, su bajo o su guitarra algunas canciones para la plancha de Tenochtitlán, ganarse algunas vírgenes y dejar la espada por un breve periodo.
Isaac deseaba llegar al palacio, comer una hamburguesa, preguntar cómo seguía todo y hacerse a la marcha de nuevo en pos de nuevas aventuras y ansioso de nuevas batallas que pelear. Ambos eran personas de diferentes naturalezas... y especies. Uno era tranquilo, un músico con don para la guerra; el otro era un demente que amaba pelear por la justicia, un soñador con libertad y una espada. La campaña había concluido con el arresto y ejecución de Incubo di Morte, así que ambos se dirigían a recibir su premiación, su bono y un merecido descanso.
-Oye-finalmente Isaac rompió el silencio mientras miraba a su escudero-, wey, ¿Qué vas a hacer llegando? me imagino que ya tienes un plan.
-¿huh-dijo el joven confundido mientras se deshacía de sus audífonos y volteaba a ver a su amo-? ah, ya. No, p's la neta, no sé ni que chingados quiero hacer. Sólo que quiero darme un largo baño y quiero estar lo más lejos de mi familia como me sea posible.
-Bien-dijo Isaac tras una estridente carcajada-, creo que te apoyo con el baño, sólo hemos comido, dormido y peleado en los últimos dos meses, así que me vendrá bien algo de descanso y una afeitada. Además mis espadas requieren algo de mantenimiento.
Ambos pasaron el resto de la tarde hablando de cosas sin sentido o coherencia hasta la Medianoche cuando llegaron al palacio. Las fanfarrias no se hicieron esperar y la gente se arremolinaba a la entrada del palacio para felicitar a los Guerreros. Penetraron con sus caballos hasta el vestíbulo, desmontaron y se encaminaron hacia el trono.
Brayant, al ver a la Compañía de la Reina, se quedó pasmado. Sus harapos hacían que su apariencia se viera patética en extremo. La causante de ésta reacción era una chica de cabello corto, corta estatura, nariz pequeña y algunas pecas. Brayant sentía que estaba renaciendo al mirar esa figura. Su trance fue destrozado cuando Isaac se arrodilló ante la Reina y dijo con firme voz:
-Con Placer informo que la misión de Búsqueda y Destrucción del homicida múltiple Incubo di Morte ha sido satisfactoriamente completada, así como el desmantelamiento de su organización criminal y la recuperación de bienes y rehenes de éstos últimos-acto seguido, se puso en pie y se cuadró ante su hermana-.
-Gracias por la cortesía-dijo la niña mientras s e levantaba de su trono-, pero saben ambos que no necesitan portarse así cuando estén conmigo. Mono-se acercaba de forma coloquial al joven aún idiotizado-, hazme el favor de levantar a Izzy de ahí.
Mono s espabiló y corrió a asistir a su amigo; La Reina descendió del altar y abrazó a su hermano y a Brayant de una manera muy enternecedora. Ella fue la primera en notar la mirada de Mono así que, con algo de malicia, procedió a presentar a su acompañante.
-Que grosería la mía, no los he presentado- Con un ademán elegante apuntó hacia la dama que la había estado acompañando-: Ella es Irma, Duquesa de las tierras de Chang.
-Es un placer conoceros-dijo mientras hacía una reverencia-, bravos guerreros de la Fuerza Guardián. Si alguna vez se ven en apuros no duden en pasarme la cuenta.
La noche transcurrió en celebraciones; ambos festejados se habían ya cambiado de ropa y ahora lucían estupendos trajes: Isaac un conjunto enteramente negro mientras que Brayant usaba un traje azul con una camisa blanca. Ambos guerreros buscaban con la mirada entre la multitud. Mono buscaba encontrar los simpáticos ojos de la Duquesa, Isaac la buscaba a ella…
Finalmente la encontró, estaba saliendo hacia el jardín del palacio; Brayant la siguió y vio en su mano derecha una hermosa Rosa Roja. Era tan roja que, sólo por no tratarse de una Demonio, parecía ser una Rosa Sangre. El joven se acercó algo tímido, pero decidido. Se situó a su lado y le dijo casi al oído:
-Perdone mi atrevimiento, pero ¿Quien le ha dado esa rosa?
-No creo que sea un asunto de su incumbencia, señor…
-Brayant-interrumpió Mono-, dime Brayant, sólo Brayant.
-Ok, Brayant, no creo que te importe.
-De hecho, sí me importa, más de lo que crees.
-¿Por qué habría de importarte?
-Porque…-su voz se entrecortaba- la verdad es que… me… me he enamorado de ti…
La duquesa no daba crédito a lo que escuchaba. Tomó la mano del apenado muchacho y se dirigió a la vasta biblioteca real. Al llegar ahí se miraron a los ojos, ella rodeó su cuerpo con los brazos de él y comenzaron a respirar pesadamente. Lentamente acortaron las distancias entres sus rostros y poco a poco fundieron sus labios con los del otro. La pasión era evidente y sus cuerpos cedían poco a poco al frenético deseo que les pedía más de cada uno.
Afuera de la biblioteca, observando a través de un cristal se encontraba un invitado, un noble, encorvado, alto, delgado, tenía la cara repleta de cicatrices, el cabello corto desaliñado, las manos siempre pegadas al pecho y una voz con un acento similar al de un retrasado. En sus ojos había lágrimas pero en sus labios se dibujaba una sonrisa.
Ahoda empieza ed juego.-Dijo para sí mientras observaba a la neófita pareja en pleno climax.
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