Crónicas de NeweN
Dicen que un chileno promedio vive en su vida al menos 4 grandes terremotos. Yo comencé el año 60 justamente en la Isla de Chiloé que sufrió un tsunami enorme, el cual no presencié por estar en los brazos de mi madre arriba de un cerro. Ese sismo dicen que es el mayor desde que se tienen mediciones.
Este terremoto es el cuarto que vivo. En los 2 anteriores me ha tocado asumir el papel de llamar a la calma, primero a mi madre, luego a mi mujer, hoy sólo me quedo en la cama junto a mi pareja, quien inexplicablemente acata mi orden de que no corra, que no es “más que un terremoto” y luego agradece la “terapia de schok” para no salir corriendo semidesnuda o en pijama como muchas de mis vecinas.
Vivo en el Santiago antiguo, en un edificio que no sufrió daño, pero rodeado de antiguas casonas de 2 o 3 pisos donde viven muchos hermanos peruanos y colombianos, cada habitación construida de albañilería o adobe alberga a una familia.
A pocas horas del sismo que ocurrió a las 3:34 am, las familias comparten espacios vacíos como estacionamientos, plazas y bandejones centrales de las avenidas, muchos por temor de volver a sus casas, y otros, porque se quedaron sin casa. Lo bueno es que permanecen unidos cuidándose unos a otros, y por supuesto, cuidando los enseres y muebles de los amigos de lo ajeno.
Recorro el barrio a oscuras, preguntando en cada puerta donde veo una silueta ¿Están todos bien? –Sí, gracias.
Soy un ser extraño de sombrero negro con una cámara fotográfica en las manos que intenta marcar diferencia entre tanta locura. O quizás, una locura diferente.
Por cosas de azar o fortuna, en mi recorrido caminé hacia el norte, si lo hubiera hecho al poniente me hubiera encontrado a una cuadra con una familia donde ante mi pregunta, ¿Están todos bien?, hubieran soltado el llanto entre los escombros y el cuerpo de un muchacho sepultado por los muros.
Entre tanta oscuridad, decido volver a mi burbuja donde existe luz y por tanto televisión e Internet, sigo sin teléfono y colgado de mi móvil intentando saber de mis hijas que viven en Valparaíso y dos de mis hermanos en Concepción.
Entre las réplicas que se suceden, decido recoger vidrios y loza de la caída en el departamento mientras veo o escucho a CNN y pormenores de lo ocurrido. Me duermo a las 8 AM cuando el número de muertos es discreto (47) y las autoridades parecen tener todo bajo control.
De mañana el terremoto sigue cobrando vidas, y responsabilidades. Edificios recién construidos se desplomaron en Concepción frente a edificaciones antiguas que no sufrieron daño. En Santiago la gente sigue en las plazas durmiendo en carpas o colchones, esperando que la tierra se calme, o que llegue ayuda del municipio. Hasta ahora no se han abierto albergues en la comuna de Santiago para acoger a familias que se quedaron sin casas.
Almuerzo en un restaurante en Avda Brasil, rodeado de turistas gringos mientras los inmigrantes peruanos y colombianos siguen con sus hijos y enseres en la calle.
El Ministro de Interior Pérez Yoma asegura que no se espera que se incremente sustancialmente el nº de fallecidos (124 aprox) mientras el Canciller señala que antes de aceptar la ayuda exterior de otros países hay que ver qué se necesita. Simultáneamente, ciudades enteras permanecen sin luz ni agua y con el comercio cerrado.
Con los más de 4.000 kilómetros de costa que tiene Chile, el riesgo de tsunami siempre ha sido una probabilidad. Todo recae en nuestros científicos del Instituto oceanográfico dependiente de la Armada (marina) descartándose dicho riesgo y señalándose que sólo se espera fuertes olas. La televisión chilena se cuelga de los canales gringos que muestran la espera de la gran ola en Hawai con sus surfistas, mientras, pueblos y ciudades costeros de la 7ª y 8ª región de Chile, 3 horas después del sismo son inundadas, destruidas las casas y devoradas cientos de personas por el mar.
Todos tenemos en la retina el terremoto de Haití, donde el sismo sólo reveló la miseria que ya existía. En Chile la edificación que cumple con las normativas debe soportar sismos de 7º o más, pero son las instituciones las que no soportan. Tal vez la corrupción de inspectores técnicos de obras son los que aprobaron el estudio de suelos en el edificio Borde Río en la ciudad de Concepción, o los pasos sobre nivel de las autopistas concesionadas que colapsaron inexplicablemente. ¿Por qué colapsan unos y no otros en un sismo que afectó por igual a 5 regiones del país?
La ONEMI, Oficina Nacional de Emergencias, muy bien dirigida por Carmen Fernández, señala que no es prudente dar en cada comunicado el número de muertos, porque si se dicen 302, al segundo ya pueden ser 308. (O sea, reconoce 302)
Pareciera que no queremos dar lástima, que no queremos ser Haití, que acá todo funciona. Aún así, frente al edificio Borde Río de 15 pisos, que se fue de espaldas desarraigado completamente de sus fundaciones, los pobladores de Concepción saquean farmacias y el Supermercado Lider, cuya gigantesca construcción permanece incólume, excepto los ventanales rotos por la turba que extrae de los estantes no sólo alimentos, sino que ropa, electrodomésticos, zapatillas, etc. Como los definen los periodistas, son bandas de ladrones que se disputan el botín.
Y claro que son ladrones, tanto como las farmacias que meses antes se coludieron para fijar precios de medicamentos, ladrones como las empresas lecheras que por años vendieron por yogurt algo que no era más que leche ácida, y que ninguna autoridad sanciona, ladrones como el mismo Supermercado Lider y su tarjeta de crédito “Presto” con intereses usureros, ladrones como las autopistas concesionadas que se derrumbaron y que cada vez que pasas por ellas debes cancelar, y si no pagas, la deuda va creciendo exponencialmente hasta 40 veces el valor. Tal vez los ciudadanos siguen el ejemplo de los internos de la cárcel de Chillán, donde al caer el muro perimetral huyeron 209 presos, quedando inertes 3 de ellos por las balas de los guardias.
A más de 30 horas del terremoto, la última gran réplica fue grado 6 en un Santiago que amanecía.
Ahora, el número de muertos ya va en más de 700 personas, y tal vez tenían razón de que no tiene sentido llevar la cuenta anticipada. Se decretó toque de queda en Concepción desde las 21:00 horas y aún no me puedo comunicar con mis hermanos o amigos.
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