Suspiros de intranquilidad, respiración acelerada. Canta la noche los terrores humanos. Dulces melodías de muerte y dolor en eterno tormento.

Vacio, desierto, frio inmenso. Risas burlonas que vuelan en el aire y pisan tus sueños con danzas ceremoniales.

Martillos que rompen los huesos, desangran ilusiones, escupen en tu cara la derrota y lamen tus lágrimas derramadas por amor.

Son todos tus fracasos que desbordan las presas de tu felicidad. Son tus desamores que cazan como fantasmas tus más profundos sentimientos. Conejos que saltan sobre tu pútrida y olvidada tumba.

Vuelves tu mirada a aquellos años de juventud, cuando tu vida era la música, tu guitarra tu espada y aquel amor, tu armadura.

Y das en el punto, recuerdas a aquel amor que se fue. Su calidez en cada abrazo, la ardiente sensación de sus besos y la frialdad de su ida. Y entonces… una lagrima.

Regresas más atrás en tu niñez y vez la violencia frente a tus ojos. Otra lagrima.

¿Qué es lo que pasa? Te preguntas una y otra vez. Tal vez es la muerte que no tiene a quien molestar. y busca divertirse contigo.

Pero, ves una luz en tu nube toxica. Ves tus ansias de vivir, de poder gozar de la infelicidad de los demás. Tu mejor amigo, aquella persona a la cual no te atreves a hablarle. Aquella melodía que nunca sale de tu cabeza, el sabor de tu comida favorita, la dulce brisa del mar y el sonido de la risa.

Y olvidas todo aquello que te agobiaba. Salen a flote tus logros y tu felicidad hace su triunfal entrada. Y por fin se renueva tu alma. Rompes en llanto.

Y en ese momento alguien se acerca a ti. Tus lágrimas fluyen como un rio y preguntan tu dolencia a lo que respondes:

Polvo en los ojos.