La llave del baño colgaba de un cordón de zapato y esta brillaba en la casi plena oscuridad del callejón, bailando al aire de la mano de Jaco. Abrió la puerta que decía “Hombres”, aún su mano en el manubrio miró la puerta de las mujeres; esperó unos segundos y entró. Se sorprendió de lo limpio, lo oloroso que era aquel estrecho espacio. Le puso seguro a la puerta para luego abrirla un poco y tomar la llave que había dejado en el llavín. Un espejo estrecho arriba del pequeño y barato lavamanos hizo agacharse un poco para poder ver su rostro completo. A su espalda, debajo de un pequeño letrero que decía “No le digas al mundo que grandes son tus problemas, dile a tus problemas que grande es Dios”; un porta toallas de papel metálico, sacó su pistola y la puso encima con mucho cuidado. El inodoro parecía ser para infantes o adolescentes, este tenía un florero amarillo con flores encima y más arriba una cruz con un Jesús de porcelana muy colorido, parecía nuevo. Jaco se dio media vuelta y se quitó sus pantalones sentándose como si estuviera en el baño de su casa; ni siquiera se molestó en cubrir la tapa con papel. Leyó “Si no podemos hacer realidad nuestras ilusiones, al menos ilusionemos nuestra realidad” escrito a lápiz. Hacia el piso se dio cuenta del hueco a la derecha de su tobillo, donde se podía ver la luz del otro baño. Sentía las vibraciones graves del contrabajo tosco de la música que atravesaba quien sabe cuantas paredes, sin embargo, el baño estaba silencioso. Sacó su celular del bolsillo, de pronto el fragor del campanario lo hizo mirar al techo con la boca abierta, bajando sus ojos a su izquierda para así encontrar un pequeño grafito escondido en la sombra del rollo de papel – “Este grafito fugaz que busca contacto humano, tu y yo perdidos, pero por este momento perdidos juntos, me pregunto quien eres...” Buscó el nombre de Wanda en su lista de contactos de su celular, le escribió: “Mi negra del alma, si supieras donde estoy pensándote y pidiéndote perdón.”
Escuchó la puerta del baño de al lado, el jemiqueo de una mujer, una sombra por el pequeño hueco. Se sorprendió por la voz de un hombre. Escuchaba besos apasionados, las cosas que se dicen los amantes, la fuerza con que la ropa dejaba sus cuerpos. Jaco se puso sus pantalones lo mas silenciosamente posible, como cuando una fiera se mueve para que su presa no lo sienta y tomó el celular del lavamanos, lo puso en el agujero a la derecha de su tobillo viendo en la pantalla solo la tela negra de los pantalones del hombre que con ardor le hacía el amor a la mujer. Pensó por un momento, encontró otro grafito pero no lo leyó. Como en una especie de posición fetal se acostó en el piso e embutió la mano ciegamente como si un telescopio de un submarino fuese a traspasar la pared del otro bañó y apretó el botón una y otra vez, sin pánico, calmado, en control.
_ ¿Mi amor y porque lloras?
_ Arturo, esto es increíble, tan real como las estrellas, como el milagro de ver a un bebe nacer.
_ ¿Pero porque lloras?
_ Porque estoy feliz, lloro de felicidad.
_ Vamos vestirte que estamos tarde.
Se vistieron, se besaron, se abrazaron.
_ Sal tu primero y dime si puedo salir.
La mujer salia y el hombre la siguió. Jaco esperó un momento y pensaba en las palabras de aquella mujer enamorada se puso de pie, dándole al inodoro. Se agachó nuevamente para verse en el espejo y sonrío. Tomó su arma y cordón con la llave, saliendo hacia la oscuridad.
Aún era de noche cuando abrió los ojos. Wanda dormía profundamente con un brazo en su pecho. La miró con cierto rubor mientras con cuidado quitaba su brazo de encima. Se levantó de la cama. Caminó hasta la cocina, abrió la nevera y bebió jugo del cartón. Los primeros rayos del sol le daban los buenos días. El timbre de su teléfono lo despertó completamente.
_ Sí.
_ Buenos Días Jaco.
_ Buenas Días Padre. Un poco temprano, ¿no?
_ Me gusta madrugar, Dios nos ayuda al que madruga.
_ Mándele un mensaje Padre y dígale que yo también madrugo.
_ Pues él lo sabe hijo, el señor todo lo sabe. Te llamaba para saber como iba vuestro compromiso.
_ Padre creo que sus sospechas son simplemente sospechas. Aún nada. Siento que sea así, sé que usted tiene una corazonada muy grande.
_ Pues….
_ Quiero que sepa Padre que como profesional le digo que está botando su dinero y tampoco quiero estar en una situación como esta, donde yo salga beneficiado por algo que no creo que exista.
_ Démosle unos días más. Se reía el Padre.
_ No padre. Con el respeto hacia usted y la iglesia. Y, por favor, no me pague, dejemos esto así.
__Pasa por mi oficina antes de misa.
_ No gracias, no se preocupe, lamento que las cosas no hayan salido como usted quería. Adiós.
Jaco se fue a la cama, tomó su celular, empezó a ver las fotos. La hermana Elena y el padre Arturo. “Jejeje. Que par de figuras. De carne y hueso. Donde hay fe hay amor” pensó. Y las borró una a una, sonriendo y satisfecho de dejar la felicidad correr, dejar a dos corazones en paz. |