A las once de la noche, entre vacas orejonas, sapos disecados, paredes, ladrillos podridos, mi mesita, mi roperito, mi camita, mi espejito, la cama de mi abuela, su camita, su roperito, su mesita de noche, sobre ella, su vasito con agua remojando sus pestilentes dientes postizos, entre tanta inmundicia, vi por primera vez, emocionado, a la primera rata de la invasión.
La abuela se sobresaltó a sobremanera, gritó espantada al sentir la cola peluda que le cosquilleaba la nariz descubierta de la única sábana que la abrigaba. Me desperté al instante. Legañoso, exagerado, inmundo, le pregunté ahora que le sucedía, en realidad mi abuela andaba un poco loca por esos días. Me gritó que había sentido la cola de una rata, que seguro se estaban vengando de tanta trampa de rata que puso en la casa de su abuela cuando era niña. "No hay venganza más jodida que de los mismitos animales", me dijo. No puedo negar que estaba asustada. Hasta parecía que algo dentro de mis entrañas se estaba conmoviendo. "Tranquila abuela, le dije, la vecina me dijo que se le habían escapado algunas ratas"..................Continues........ |