Un suspiro, el último, y esto al final del camino…
De la tierra anegada por el llanto vengo, sin carga, salvo la de mis odios, y no es liviana, pero no me aplasta bajo su peso ni lo hará. Interesante bulto para quien va entre tantos tan bien plantados, tanto hechos como derechos, tan tranquilos como sumisos. Pero les di la espalda y cambiaron, revelaron su naturaleza contrahecha, absurdo que quieran sustraerse ahora al castigo.
Desde la tierra subyugada por los rencores salí, mi carga siempre la llevo a mano y casi soy capaz de manejarla, es poderosa, pero no puede abrumarme. Necesario equipaje para quien conoce el sendero que va hollando con pasos pesados y largas zancadas, tropezones no faltan, no voluntarios, gratuitos, infames, tampoco falta retribución, justa en mi medida de justicia.
De la tierra del olvido en que quedaron todos mis recuerdos, en la carga de mis odios esos recuerdos se mezclan con el sentimiento vil de la esperanza y su pérdida, pero los recuerdos son eso y no más que eso. Curioso cimiento para lo que ha permanecido invariable en su crecimiento desde que esos cimientos fueron sentados, la constancia de la ayuda mantuvo la constancia de la obra, de eso no puedo dudar.
Soy de la tierra de los vetustos dioses de la mente, mi carga es su imposición y soy devoto de ella, mi altar es el cadalso, mi ofrenda es abundante. Donde veo sonrisas benévolas y santos ademanes, donde la intención vale solamente si conlleva anuncio, donde solo si el comentario de otros hipócritas lo consiente se define el altruismo, ahí es donde busco la sustancia de mis libaciones, los altares no pueden quedar nunca vacíos.
Ahora que estoy aquí, tenso mi ceño se frunce, cuánto de lo que se agita en mi verá la luz del día o las sombras de la noche, no consigo estipularlo, pero de la tierra donde me hice lo que soy traigo el aprendizaje, el fruto de mi paso, el regalo de despedida de quienes me alentaron a partir… es un legado de odio y siento cómo mi furia revive.
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Pero aquí y allá son lo mismo. Las sombras de aquellas tierras son igual de oscuras que las de estas. La luz de estos páramos es igual de decadente que la de aquellos. Mi odio es el mismo, mi rencor es el mismo, pero mi furia, esa es mejor, más clara y definida, no tanto una pasión como un propósito que se renueva, mi furia revive y enardece mi espíritu mientras que la mente fría me repite las promesas de hechos memorables. Fuerza arrolladora, sentencia objetiva, edicto inapelable, suerte negra, nulo propósito, salvaje destino… feliz final por ser.
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