Escuché una vez decir a un Profesor, que el progreso de un país se mide por el número y la calidad de sus carreteras. Y, sin dudas, que el concepto lo fundamentó en los costos, ya que realmente son elevadísimos. Ninguna otra cosa dentro del campo de las construcciones es más cara que lo que implica movimiento de tierras. Cierto es, que los países más ricos del universo las tienen por doquier y las mismas exhiben una belleza y comodidad únicas.

Sin embargo, a mi modo de ver las cosas, lo prioritario de una nación cualquiera debe ser la calidad de vida de sus ciudadanos y dentro de ese todo, una saludable y larga presencia sobre el planeta. Más que nada, después de haber dado su mejor potencial en el trabajo. Pero resulta ahora que seguir viviendo después de haber trabajado, es un cargo oneroso para su patria.

Hay lugares donde la esperanza de vida más allá del retiro, de diez años ha pasado a quince y les está poniendo locos ese lustro más de sueldos. Entonces, se enfrentarían a una disyuntiva inmisericorde: ¿subimos el tiempo laboral o cuidamos menos la salud del pueblo?. Y todo con la tentación de que podrían optar por las dos simultáneamente.

Sucediendo al presente que morirse pronto, al final de haber trabajado tanto, resuelve un asunto económico. ¿ ‘Duelen y se gastan impropiamente’, los recursos, en seres humanos ya improductivos?. ¿Y qué pasaría con los que no encuentran trabajo?.