Se me escapa de la mano izquierda. Se desliza hasta la punta de mis dedos y vuelvo a sujetarlo otra vez, sube hasta mi muñeca y cuando está por ascender por el antebrazo, vuelve a bajar. Tan frágil, tan fácil de perder, pero vuelve para arriba, intenta llegar lo más al norte posible, quedarse, sujetarse, pero vuelve a darse a la caída. Hasta que llega a mis dedos, nuevamente, donde juega y amenaza con irse. Entonces giro la mano, flexiono los dedos simultáneamente, mientras eso pasa de un dedo a otro, y no se desprende de mí, no me suelta, o tal vez yo no lo suelto. Ya es parte de mí, y a punto de irse, se queda. Pero si deja mi mano, si se suelta, si no logro sujetarlo, lo perderé, perderé mi mano también y mi brazo con ella, y así la mitad de mi todo, mi lado izquierdo.
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