Aquella música alegre, hoy es triste. Y las melodías tristes hoy son lacerantes.
El Sol, con su fuerza impertinente, pujando por invadirlo todo estirando múltiples e hirientes brazos a través de las hendijas de las frágiles persianas. El techo, nunca antes tan manchado, envejecido. Arácnidas madejas de polvo y pelusas repartidas y agazapadas en todos los rincones. Suciedad de abandono a su alrededor y en su interior.
El, en su lecho devenido en cárcel y verdugo de sus amargos sentimientos. Toda su vida por delante, todo por hacer… tanto por hacer ¡¡. Cuanta abrumadora tarea la de vivir sin voluntad.
Su depresión, que no era suya sino una herencia ineludible, lo acompañaba en su existencia según las marejadas.
Nada podía hacer. Un único plan, esperar la transitoria retirada.