La madrugada llegó acompañada del canto de un pájaro cantor (obviamente).
Me puse los zapatos y no los até, pues no era un día trivial. Era mas bien uno de esos días donde el bañarse y cepillarse los dientes… ¿dije dientes? Goma de mascar e ir al jardín, perdiendo el equilibrio por completo, tenía más sentido.
Y no podía faltar la niña que amaba, pálida, guisando su piel sobre mi acera …escribiendo para mí… Y la ropa que tenía puesta, era la ideal…
Estaba ella tan cerca… yo mirándola, sabiendo lo que pensaba… Pues el pájaro seguía cantando. No había remedio; yo seguía impresionado de tanta belleza y estaba tan cerca… Y yo mirándola, sabiendo que pensaba en mí…
(de pronto) El pájaro… había dejado de cantar, pues los dientes afilados de un gato azul, le habían dado fin. Ya no más música… Y la niña, mi niña, del espanto había roto la punta de su lápiz… “Ya no te amo” –decía el papel. Lo leí, mientras escuchaba sus pasos, yéndose, quizá para siempre. Ojalá sea para siempre -dije, sonriendo, pues el gato azul no podía ser azul... Eso era imposible.
Un maldito pájaro cantor… já.
La mujer de mis sueños, dentro de otro sueño… já.
Desperté con un choque eléctrico, pues mis neuronas no soportaron tanta insistencia.
Will
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