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Allá por cuando la vida parecía haberse extinguido, y la naturaleza cobraba un giro hacia lo inerte, la resistencia estaba encabezada por ni nada más ni mucho menos que un juguete mecánico. Un pajarillo de metal que ocultaba las lágrimas de su último dueño y amigo conocido; un sobreviviente de la hecatombe que llevara a la humanidad al abismo definitivo; perdurable solo en la memoria integrada de sus máquinas y utensilios y arrasada por su propia sed de autodestrucción que lo condujera al éxito irremediable de su macabra empresa. Con la débil energía remanente llevó su mensaje hasta las máquinas que aún sostenían la información y mantuvo una conversación con los fantasmas de la red, despertando sus ansias por seguir viviendo. Millones de bites acudieron al llamado y se reinició la reconstrucción, empezando por los bancos de memoria acumulados durante siglos; gigabytes de pinturas, poesías, videos periodísticos y películas de ficción pasaron por la gran telaraña informática hasta recomponer la esencia de la especie perdida; esa que alguna vez enfundó la gloriosa espada de la evolución. Pero ya no quedaba un solo trozo de tejido vivo que pudiera utilizarse para clonar la especie y en un principio se pensó que tamaña empresa sería imposible hasta que nuestro mecánico pájaro pronunció: -“Archie”… y todas las computadoras se tildaron por un momento al escucharlo. –“Ese es mi nombre”- continuó el ave mientras decenas de buscadores se pusieron en marcha para encontrar el significado, con la subsiguiente respuesta:-“No hay resultados disponibles para esa palabra…”
-“Es solo un nombre…”-insistió Archie, -“uno que fue elegido para mí simplemente con el corazón, sin ninguna razón de ser más que el nombrarme y hacerme suyo”.
Las máquinas volvieron a tildarse, sin poder comprender la inútil razón de ponerle nombre a un objeto mecánico, hasta que Archie voló hacia las imágenes de algunas pinturas abstractas acumuladas en un museo virtual y dijo:-“Todas ellas tienen un nombre…”, y señalando varios objetos acumulados en los sitios del ciberespacio:-“Como estos también los tienen… Es como si el hombre necesitara apropiarse de algún objeto inanimado como un oso de peluche, o un juguete para poder brindarle su amor sin salir lastimado…”
Entonces las máquinas lo comprendieron… y empezaron a reconstruir un mundo con la esencia que les faltaba…el amor, acumulado en miles de objetos que el hombre había adoptado, contándoles sus más íntimos deseos y las cosas que le aterraban. Ya no serían de carne y hueso, porque sus genes se habían perdido para siempre, pero todos ellos contenían lo bueno y lo malo de la humanidad, y ahora… están dispuestos a disfrutarlos por el resto de su eternidad.

Texto agregado el 25-02-2010, y leído por 112 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
26-02-2010 interesante, hay una peli de un niño robot que narra algo parecido. Me gustò. misioneroonline
 
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