¡Si es que eres tan morena como la luna!
Y en el fondo de mis ojos siempre te llevo.

Desde las ocres lejanías que doblan las esquinas del tiempo y amparada por la memoria amordazada y silenciosa, con cuerpo tibio, apenumbrado y quieto,
me apareces de pronto como un suspiro relampagueante reluciendo de entre la vaporosa noche antigua y fría.

¡Y es que eres como una chispa de azul fuego, tan blanca!
Y tan inocente a los recuerdos.

Y te muestras como una grieta abierta en mi cielo cuando vacío la mirada de los ojos ciegos a tu incandescencia parpadeante;
Y no me quemas, no.
Y no me hieres más de lo que las nieves eternas lo harían en el cuerpo, cuando es tu esencia la que lentamente se desprende de la mía descubriéndome los dedos.

¡Si es que eres tan morena como la luna!
Y en el fondo de mis ojos, siempre te beso.

Es tu camino una parábola, un elíptico destierro, una tenue corriente interna y muda
que labra mis fueros;
Eres la impaciencia redonda y profunda que se adivina
tras el vidrio roto de un espejo
donde mi reflejo te miraba con una impaciencia suturada de esperas con hilos de tiempo;
Eres la alegría sin ton ni son, una canción loca en el viento, un súbito despertar
que derrota amaneceres y enaltece los sueños;

Eres el motivo de respirar.

¡Si es que eres tan morena como la luna!
Y en el fondo de mis ojos, siempre, siempre te espero.