ÚLTIMO VERANO
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En una fantasía momentánea, cuando tu silueta parecióme al perderse a lo lejos como uno más entre los fantasmas escondidos por los churquis, comprendí mi inconciencia pasada ante las imágenes prófugas de aquel verano que concluía... cuando eras todavía uno de nosotros y el jefe de una banda de chiquillos que de pronto habían perdido su escenario. Habíanse transformado en jovenzuelos y hallábanse prestos a dispersarse por el horizonte.
Era nuestro último verano de la infancia y sólo lo comprendí el día de mi partida, cuando se perdió tu silueta al galope en una dirección desconocida, sin explicarnos nada.
Tu figura venía del horizonte hacia mí y tus formas se recrearon en una transmutación de espacio. Se reconstruyó tu imagen en fuga como en las tardes cálidas que abandonábamos, cuando bajo la sombra de las parras, luego del mediodía, permanecíamos silenciosos acompañando el sueño del Abuelo.
Tu rostro caía en ese extraño estatismo de tu raza que no pareciera reflejar emociones. Se marcaban los ángulos agudos de tus pómulos indios, y el brillo de tus ojos celestes herededados de nuestro Abuelo, cobraba forma de pájaro en silencio. Injertos junto a una extraña nariz filosa y casi encorvada, te evadías a través de ellos de nuestra presencia. Sin ausentarte físicamente, como intentando volar hacia cielos infinitos. Era el tuyo un estatismo legendario, perenne, que venía repitiéndose por generaciones. Lo acentuaba la lisura obscura y lluviosa de tus cabellos que volaban rígidos por el viento, cual crines al galope.
Eras mi misterioso primo mestizo, ilegítimo y elegido por nuestro Abuelo, habitante ambos de estas cumbres serranas. Eras el espacio y el tiempo que fundiría para mí, las dos figuras en una sola. Y hoy que te contemplo más próximo, que vivo en tu compañía luego de mi regreso aquí, creo que los tres permanecemos leales a estos solitarios valles serranos ... porque el Abuelo se halla también junto a nosotros, vigilante, sin alejarse nunca, como un cóndor inmortal que ha vuelto a reunirnos a su lado, en su seno de tierra y especie.
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Alejandra Correas Vázquez
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